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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Zapatero

Zapatero blanqueó a Otegi; blanquea a Chávez y blanqueará a Putin, en comandita con los mismos tipos que señalan a diario a España como responsable de un genocidio en Hispanoamérica

Actualizada 04:59

Llamar a Zapatero para pedirle su opinión sobre Ucrania no es muy distinto a reclamarle consejo a Jack el Destripador para una operación a corazón abierto: eleva a categoría de Estado un delirio ideológico que debiera ser arrinconado para que, cuando alguien pregunte por el susodicho, pueda alegarse al menos que ese señor del que me habla actúa exclusivamente en su nombre.

Zapatero es insigne miembro del Grupo de Puebla, un lobby que se dedica a blanquear al chavismo y quién sabe si a hacer caja con él, mejorando los procedimientos contables ya estrenados en el pasado por los fundadores de Podemos para plantar una semilla populista en España, hoy fecunda e instalada en el Gobierno.

Suya es la defensa de Maduro, desde ese papel de Godoy incomprendido que repite con Putin sus denodados esfuerzos por sembrar la paz que, en realidad, solo sirven para adecentar a todo indecente que se cruce en su camino y permitirle a él viajar en business class por medio mundo como si fuera alguien digno de ser escuchado.

Zapatero blanqueó a Otegi; blanquea a Chávez y blanqueará a Putin, en comandita con los mismos tipos que señalan a diario a España como responsable de un genocidio en Hispanoamérica; tildan de holocausto el Descubrimiento; exigen disculpas a los españoles e insultan al Rey en cuanto asoma la patita en las inmediaciones de un continente que dejó el taparrabos y se vistió con pantalones gracias a la liberadora presencia española.

Al señor que llegó a Moncloa rodeando sedes por el 11M, la dejó con un pufo multimillonario escondido en un cajón y amamantó a sus pechos el populismo político y el infantilismo social; le consulta Sánchez para ver qué hay que hacer con Rusia, como si alguien esperara de esta España algo más que no molestar demasiado.

Pero Sánchez también consulta a Aznar, tratado antes como criminal de guerra; y a Rajoy, expulsado a patadas para limpiar España de una corrupción que hoy es peor que nunca porque afecta también a los pilares institucionales, morales y legales del Estado.

Y si la primera llamada a Zapatero es la prueba de cuáles son las latitudes ideológicas reales de Sánchez; la segunda y la tercera lo son de su ausencia de pudor: el presidente que ha privatizado la Moncloa como un Kremlin barato y tiene la misma disposición a Pactos de Estado que un león a hacerse vegano; va, coge y dice que las opiniones, experiencias y criterio de Aznar o de Rajoy pueden serle de ayuda a España.

Lo que no se entiende, en realidad, es que los dos expresidentes populares le hayan cogido el teléfono, salvo para colgárselo con una pedorreta lo suficientemente sonora como para que se escuche, al menos, en Caracas.

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