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Perro come perroAntonio R. Naranjo

O rendición o pelea: con enviar a Yoko Ono no llega

El conflicto solo tiene dos alternativas, salvo que de verdad existan oligarcas capaces de enviar a Putin a Siberia o el chino de la esquina ponga orden a cambio de extender su caos alternativo: o que se rindan ellos o que les ayudemos nosotros enviando allí algo más que discos de un beatle muerto

Actualizada 04:34

Un centenar largo de emisoras europeas de radio, casi todas públicas, emitió hace unas horas al unísono el Imagine de John Lennon, mientras decenas de mamás y de papás hacían acopio de mantas y litros de leche que nunca llegarán a Ucrania, pero permiten a sus hijos entrenar desde pequeños su conciencia solidaria para, ya de mayores, poder emitir también algún himno pacífico de un artista que murió asesinado por un loco mientras le cantaba a la paz.

No es muy difícil imaginar la cara de Putin ante semejante despliegue de épica. Ni tampoco la de la población de Ucrania, cuyo presidente viene dejando claro qué necesita su país desde hace cuatro años: entrar en la OTAN, ingresar en la Unión Europea y apoyo militar de verdad.

Pero les hemos dado a Yoko Ono y unos tetrabriks, entre alabanzas a nosotros mismos por la «histórica» reacción de Europa, supuestamente unida como nunca y dispuesta a todo, siempre y cuando no sea lo que reclaman Zelenski y los ucranianos: de ahí para abajo, lo que haga falta.

Menos la verdad, eso sí: el conflicto solo tiene dos alternativas, salvo que de verdad existan oligarcas capaces de enviar a Putin a Siberia o el chino de la esquina ponga orden a cambio de extender su caos alternativo: o que se rindan ellos o que les ayudemos nosotros enviando allí algo más que discos de un beatle muerto.

El sábado ya lo decía en un artículo que prologa este y confirma la obligación moral de ser brutalmente honestos: si Ucrania no puede resistir sin nosotros y nosotros no podemos, queremos o sabemos ayudarles de verdad sin hacer del mundo una Hiroshima gigante; lo mejor que pueden hacer los ucranianos es ahorrarse millones de muertos y constatar si Occidente es algo mejor negociando los términos de armisticio que defendiéndose de los canallas.

Desde que Washington saliera huyendo, tras desafiar durante semanas a Rusia con la incorporación de Ucrania a la OTAN que ahora descarta; y Europa respondiera con sanciones económicas que de momento han perjudicado al euro y subido la luz a cotas históricas; la respuesta de Putin ha sido bombardear, disparar y arrasar un poco más y dejar bien claro que le damos el mismo miedo que un caniche a un dóberman.

No son unas líneas cobardes. Ni tampoco una incitación a la confrontación nuclear y que Dios reparte suerte. Se trata de un humilde, respetuoso, avergonzado y derrotado mensaje de auxilio a unos valientes abandonados a su suerte que luchan con piedras contra tanques y miran al horizonte, esperanzados, a ver si llega una ayuda que nunca llegará.

Si Putin ha pedido Crimea y el Donbás, que ya son suyos, y la desmilitarización de Ucrania, que la tiene por la negativa de la OTAN a ampliar el club; ¿qué razón hay para no darle todo ello si con eso se ahorra el martirio, la muerte y la tortura de un incontable número de seres humanos y tal vez Ucrania mantenga su autonomía?

Y si esa rendición, como sostienen algunos, solo serviría para animar a Putin a extender su horror a otros países, ¿qué razón hay entonces para demorar la batalla si al final no quedará más remedio que librarla?

O rendición o pelea. Pero Yoko Ono, no.

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