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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Tieso

Puigdemont necesita el dinero de los impuestos del Estado español, que es de donde siempre se han nutrido, enriquecido y vivido los separatistas catalanes

Actualizada 04:29

Putin no quiere saber nada de su antiguo favorecido Puigdemont. El habitante de maleteros le llama y Putin responde por su decimoséptima secretaria que está reunido. Putin no está para financiar chorradas catalanas cuando le empiezan a faltar rublos para mantener su invasión de Ucrania. Y el fugitivo gerundés, a falta del dinero de su financiero asesino, reclama que su «Consell per la República» sea el beneficiario de los impuestos del Estado, que solo sirven para financiar al Rey, a la Guardia Civil, la Policía Nacional y los estamentos judiciales. Para ello ha abierto una cuenta en Waterloo cuyo titular es el «Fondo Republicano de Acción Solidaria», el FRAS, que inspira la declamación solemne de la retahíla completa. FRAS, FRES, FRIS, FROS, FRUS. Sucede que, a pesar de los dineros que percibe de la Generalidad de Aragonés, de los millonarios de la alta y media burguesía de Barcelona –siempre dispuestos a jugar a dos bandas–, y del Parlamento Europeo, está tieso. Son muchos los gastos para mantener la estructura de una República que no existe y ha servido hasta el momento para mantener el negocio. Porque el separatismo no es otra cosa que un gran negocio cuando hay dinero para tenerlo controlado. Dinero que falta, y más aún desde que Irene Montero dispone de 20.000 millones de euros para sus cuchitriles feministas y guarrindongos.

El Rey de las islas Molucas Selatán, Bithuminol II –parece el nombre de un fármaco–, fue destronado por su hermano menor Hagunkaletril I –sigue la farmacopea–. Lo primero que hizo Hagunkaletril I fue acusar a Bithuminol II de quedarse con el dinero de los moluquenses. Dicho y hecho, el nuevo Rey se apropió del dinero robado por su hermano y lo ingresó en su cuenta de las Islas Vírgenes, pero no devolvió ni un dólar a los moluquenses. Posteriormente, encerró a su hermano mayor en una mazmorra con diez papiones azules de las Molucas, un mono que, tradicionalmente, aborrece a los humanos, y del Rey Bithuminol II no quedó ni el empaste de oro de su premolar inferior izquierdo. En 2021 recibió a una delegación de la República Catalana que no existe, y extendió a favor del FRAS –FRES, FRIS, FROS, FRUS–, un talón por valor de 75 millones de molucones –la moneda del país–, que agradecieron mucho los republicanos catalanes desplazados para tal fin. Con ese dinero, además de adecentar la Casa-Palacio de Waterloo, se podía sostener el alto nivel de vida de Marta Rovira y Anna Gabriel en Suiza, y encargar un vestido de gala para la Primera Dama de la República Clara Ponsatí. Pero todo quedó en aguas de borrajas. Los 75 millones de molucones, al cambio en Bruselas, equivalían a 212 euros con 43 céntimos, y ni limpieza de la Casa-Palacio de la República, ni mantenimiento de Marta Rovira y Anna Gabriel, ni vestido de gala para la elegante y encantadora primera dama de la República Catalana Clara Ponsatí. Eso sí, la República de Cataluña rompió relaciones diplomáticas con las islas Molucas Selatán, y en la política internacional fue muy comentada y hasta elogiada tan digna decisión. Los gastos de billetes y hoteles, según me han informado, pero no puedo asegurarlo, lo pagaron entre Roures y TV3.

Puigdemont no puede comprar ni queso. Ya no le fían en la «Cremerie Pavillon», la mejor de Waterloo a pesar de su razón social en francés. Y necesita el dinero de los impuestos del Estado español, que es de donde siempre se han nutrido, enriquecido y vivido los separatistas catalanes. La ministra de Transportes, una tal Raquel Sánchez, de Gavá, será la encargada de llevarle algo de dinero a Puigdemont, si bien Iceta también se ha ofrecido.

Y todo este rollo, para explicar y ratificar que Putin el asesino ya no se pone al teléfono y que Puigdemont y su República no tienen ni para mandar sus calzoncillos a la lavandería, la conocida Lavandería de Waterloo «Van Stenbergen». Bueno, y ya.

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