Yoli te escucha
El experimento andaluz de la nueva confluencia circular en común y mareada va a tener al menos la virtud de evidenciar, cuando se estampe, el alma antropófaga de la izquierda antisistema española
La nueva cosa del Frente Amplio, eso que Yolanda Díaz quiere perpetrar tras un «proceso de escucha» para «sumar diversidades», se ha estrenado en Andalucía imitando a Rompetechos: tras una obscena negociación de las distintas facciones del engendro, Podemos no llegó a tiempo de inscribirse en la coalición, cuyo nombre también tenía ya propietario.
Solo había que acudir al registro antes de la medianoche y firmar un papelito, pero al parecer semejante esfuerzo superó a los lumbreras del partido, desbordados tal vez al verse trabajando a esas horas: no se extrañarán de que proliferen los malvados que se pregunten cómo van a dirigir la zapatería quienes no saben atarse los zapatos y, esta vez, no pueden echarle la culpa al fascismo.
El bochorno podemita se completa al observar detenidamente la letra pequeña de la «Operación Yoli», con más indios que caballos y el aroma a cuento visto mil veces: lo llamen confluencia, marea, convergencia o frente; es la vieja IU del viejo comunismo disfrazada de faralaes, bailando muñeiras o comiendo calçots según el origen del adefesio que van perpetrando para cada cita electoral.
En esta ocasión lo han llamado «Por Andalucía», como si hubiera ocasión de hacerlo «Por Mogadiscio», y la escucha de Yoli solo ha servido para oír los mismos berridos de siempre: su poquito de PCE con su poquito de verde y su poquito de no sé qué, pues las diferencias entre unos y otros son las mismas que las existentes entre el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular de La vida de Brian.
Del delirio del asunto da cuenta que, pese a estar conformado por más siglas que votantes tienen todas juntas, aún quedan fuera tres: la de los Anticapitalistas de Kichi y Tere y otras dos, Podemos incluida, que se despistaron con el papeleo.
Se ha visto más cohesión, pues, en el ejército de Pancho Villa que en la enésima versión del destrozo perpetrado por Ada Colau en Barcelona desde 2015, el único superviviente de aquellos Ayuntamientos del «cambio» que se dedicaron, básicamente, a organizar talleres para pintarse el toto y a organizar consultas populares en las que solo votaban ellos. Y perdían.
El experimento andaluz de la nueva confluencia circular en común y mareada va a tener al menos la virtud de evidenciar, cuando se estampe, el alma antropófaga de la izquierda antisistema española, armada siempre con piolet: Podemos utilizará el fracaso para atacar a Yolanda Díaz; Yolanda Díaz lo usará para pedir los galones de Lenin; y el gazpacho de errejones, colaus, mónicas, oltras, oltros, equos y equas se preocupará en exclusiva por exigir su ración en una mesa inexistente.
Los «procesos de escucha», cuando la gente pasa hambre, terminan con el tímpano inflamado de un tortazo o por sordera. Y dejan siempre una imagen impagable para la posteridad: en este caso ha sido la de unos zánganos que dicen saber qué necesita Andalucía pero no son capaces siquiera de rellenar un formulario. Es el Frente Ampliamente tonto.