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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Progreso

Sánchez, siempre que puede, prescinde del Rey y pretende ocupar su lugar, pero cuando atisba un nuevo ridículo, se protege con la figura del Rey y su autoridad moral, ética y estética

Actualizada 05:25

Existe la documentación escrita y gráfica. No cometo delito alguno. En 1950 se inaugura el tramo de nuevas vías de Madrid a Valladolid. El Talgo –Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol-, era la envidia de Europa. De Madrid a Hendaya, Francia, sus pasos eran seguros, quizá con la intención de abarcar excesivo espacio. Estación del Norte, Ávila a la izquierda, Medina del Campo y Valladolid. De Valladolid a Venta de Baños y Miranda de Ebro, estación en la que el Talgo se dividía en dos. El de San Sebastián, Irún-Hendaya, y el de Bilbao. Hasta Valladolid, en la mitad del siglo XX, el Talgo volaba a más de 140 kilómetros a la hora. Hay una fotografía del primer viaje. El Jefe del Estado, acompañado de José María de Oriol y Urquijo, Marqués de Casa Oriol, presidente de Talgo, oyen con atención las explicaciones del ingeniero Goicoechea. En 1965, se inaugura una vía más directa, con paso por Burgos, Pancorbo y Vitoria. Se reducía en más de 30 minutos la duración del viaje hacia San Sebastián. El Talgo tenía un diseño, que hoy, más de 70 años después, encajaría perfectamente en la estética de nuestros tiempos. Las máquinas, altaneras y formidables, se bautizaban con nombres de Vírgenes. Virgen del Pilar, Virgen del Carmen, Virgen de Begoña… Y en la cola del tren, se disfrutaba de un vagón-salón con dos asientos que daban al ventanal trasero, permitiendo a los viajeros admirar el paisaje que se superaba. Plata y rojo. Así era el Talgo de todos los Talgo. Con una gran cafetería, servicio de comida a quienes lo solicitaban y servidos por profesionales, siempre amables, -como en los restaurantes de los Coches-Cama-, de Wagons L. Cook. Lo decía Santiago Amón, mi gran maestro. «Viajar en el Talgo equivale a encontrar la cortesía del siglo XIX con la comodidad que se espera del siglo XXI».

Hace pocos días se inauguró un tramo de la vía Madrid-Cáceres. También hay fotografía del gran evento. Sánchez, siempre que puede, prescinde del Rey y pretende ocupar su lugar, pero cuando atisba un nuevo ridículo, se protege con la figura del Rey y su autoridad moral, ética y estética. Y Sánchez pidió al Rey que le acompañara en su gamberrada. La gamberrada consistió en la inauguración del nuevo tramo de vía Madrid-Cáceres, cuyo tren, denominado «Tren Rápido» alcanza la velocidad de 89 kilómetros por hora. Con el Rey y el fantoche viajaron el presidente de Extremadura y la ministra de Transportes-Almudena Grandes. En 1950, 140 kilómetros por hora. En 2022, 89 kilómetros por hora. Extremadura ha sido siempre la gran olvidada. No causa problemas. Cuando el dinero procedente de Europa se utilizaba en obras públicas y no en guarradas y chorradas varias, se construyeron unas estupendas autopistas que llegan hasta la frontera de Portugal –además de la autovía de la Ruta de la Plata-, y se alcanzan sin problemas las principales ciudades extremeñas, Trujillo, Plasencia, Cáceres, Badajoz y Mérida. Sin dinero europeo, durante el franquismo se construyeron centenares de kilómetros de autopistas en Cataluña, la de Behovia-San Sebastián-Bilbao, y la de Madrid-Adanero. Pero nadie, excepto el caradura de Sánchez, es capaz de montar la que ha montado para inaugurar un tren que podría competir, sin garantía de éxito, con el Tren de la Fresa del Reinado de Isabel II, que cubría el trayecto Madrid-Aranjuez en apenas una hora. Extremadura, que ha sido bastante fiel al socialismo en las urnas, será escenario de un nuevo y monumental fracaso electoral de esta pandilla de charlatanes de feria y sumisos apesebrados que conforman el alto mando de lo que queda del PSOE.

La comparación entre la foto de 1950 y la de 2022, resulta demoledora. Al ridículo le dicen ahora «progreso».

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