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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Pucherazo

Las manipulaciones de Tezanos pueden ser una grosera campaña de inducción al voto o, peor, el anticipo de un pucherazo

Actualizada 08:15

En todos los regímenes hay un Tezanos. Lo explicaba muy bien Claude Lanzmann en Shoah, la monumental película documental sobre el Holocausto nazi que debiera exhibirse en los institutos como alguna otra de Iñaki Arteta, para que la vean los nietos de Otegi.

En uno de los pasajes él mismo entrevista a un tipo con manguitos, cara de pánfilo, gris como una calle de Bilbao en los 70, con esa actitud de no haber hecho nada bueno ni malo en su vida.

Era el contable de los trenes de Auschwitz, de Sobibor o de Treblinka, y para él los deportados eran meros números de un impersonal albarán que lo mismo podía incluir bobinas de papel para un periódico que vidas a punto de extinguirse en una ducha con Zyclon.

No comparo al presidente del Centro de Intoxicaciones Sanchistas con el administrativo de las SS, antes de que los ofendiditos salten con una mueca de horror en sus caras poseídas por el espíritu woke, ése que Girauta ha convertido en un ensayo de imprescindible lectura.

Pero sí hay un punto de unión entre los encargos nefandos de sus patrones y la obediente aceptación sin escrúpulos de la misión encomendada: Arendt lo explicó en «La banalidad del mal», al chocarse en Jerusalén con Eichmann y percatarse de que uno de los padres del exterminio judío era otro mindundi con pinta de decir córcholis y cáspita, pero en nazi.

Ahora ha salido Tezanos a regalarnos otra dosis de Pigmalión, el primo hermano de Frankenstein, que creía que podía transformarse en mujer a una estatua si querías el milagro con toda tu alma: el amigo José Félix ha llevado esa teoría psicológica a su cénit intentando inducir esa sensación en el ánimo del votante.

Si se presenta a Sánchez como ganador, por mucho que el resto de sondeos le den las mismas opciones de repetir que a Belén Esteban de entrar en la Real Academia, es posible que mucho votante indeciso acabe haciendo cierta su interesada profecía.

Aunque para perpetrar el esperpento demoscópico haya que regalarle a la izquierda un millón de votos más que en las últimas generales y restarle a la derecha 750.000 papeletas de esa misma cita, algo tan improbable como que Yolanda Díaz recupere el fondo de armario de su etapa gallega.

No se trata de entender el clima político de España, pues, sino de forzarlo en la misma línea intervencionista que define el cuatrienio negro de Sánchez en el poder. Caracterizado por un asalto sistemático a todos los poderes e instituciones del Estado para ponerlos al servicio de sus fechorías, ora indultándolas, ora blanqueándolas, ora ocultándolas.

El CIS, de menor enjundia que RTVE o el Poder Judicial, otros dos objetos de deseo de Sánchez, tiene una particularidad que hace especialmente perversa su manipulación: con otras instituciones maquilla la realidad o deja impunes los estragos que perpetra el Gobierno en ella; con la sociología inventa una fábula paralela genuinamente totalitaria.

Kim Jong-un se hizo elegir el hombre más guapo en un sondeo elaborado por el Tezanos norcoreano y proyectó en la televisión pública un partido de la selección nacional, coincidiendo con el Mundial y jugado 30 años antes, para que el pueblo celebrara su única victoria internacional, quizá contra una Andorra con un Piqué al frente, si le deja tiempo la discoteca, aunque allá debieron decirles que era el Brasil de Pelé.

Y aunque el grosero satrapilla de Pionyang parezca muy lejano, aquí ya hemos visto a Pedro grabarse una serie, pagarse una campaña de publicidad inmensa con los Fondos Europeos y decirle a Tezanos que apañe una encuesta no vaya a ser que la verdad estropee sus planes para la posteridad. Cuidado con los tíos con manguitos, pues, que lo mismo te fletan un tren que te anticipan un pucherazo. Con esta gente ya nada es imposible.

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