Papeles
Me ha divertido encontrar el tarjetón de Luis Del Olmo informándome de la queja del embajador del sanguinario piojo. El comunismo y la sonrisa viven como Saki y sus posibilidades económicas
Los días se acortan y aprovecho para revisar papeles e intentar poner orden en mi archivo. Se trata de ocupar las horas, porque mi archivo es la plena consumación del desorden. Y de golpe, la nota de Luis Del Olmo, manuscrita y divertida. «Querido Alfonso; acabo de recibir una llamada del embajador de Nicaragua en España. Está indignado. Y me informa de que no hay ningún Jeremías Aguirre dado de alta como corresponsal de su Gobierno en España. Este cenutrio se ha tomado en serio nuestro programa de 'el debate del estado de la nación'. Se ofrece a acompañarme al Juzgado para denunciar al impostor. Un abrazo, Luis».
En efecto, uno de mis personajes en aquel inolvidable programa era Jeremías Aguirre, corresponsal sandinista y amigo del piojo dictador comunista de Nicaragua, Daniel Ortega. Es sabido que el dogmatismo comunista está seriamente reñido con la ironía y el humor. Jeremías Aguirre no existió nunca, como tampoco el cavernícola Juan Pineda, el inefable doctor –con un doctorado del mismo nivel que el de Sánchez– Gorroño, el Marqués de Sotoancho, el pescador de fletanes Breogán Piñeiro, el entrenador Floro Recatado, y el propietario de la empresa marroquí de alquiler de pateras Mustafá Bajameláh Ali-Kaidín. En la conversación telefónica que mantuvo Luis con el furibundo embajador del piojo de Managua, éste se ofreció a enviarle pasadas al papel todas las intervenciones del falso corresponsal, anunciándole que de no expulsar a Jeremías Aguirre acudiría al Ministerio de Asuntos Exteriores a protestar oficialmente por la libertad de expresión que le concedía el programa Protagonistas al falso corresponsal. Es decir, que el señor embajador del piojo que detiene y encarcela a obispos y religiosos –en aquellos tiempos todavía no se atrevía a tanto, pero sí a matar a sus detractores–, se había tomado en serio a Jeremías Aguirre. Luis no se atrevió a decirle que Jeremías Aguirre era un personaje de ficción, porque de hacerlo, le estaría llamando imbécil al fogoso embajador. Todo lo contrario que un doctor –éste de verdad– Gorroño, traumatólogo de Mapfre, que me llamó para agradecerme las barbaridades de mi doctor Gorroño. Me dijo que los pacientes se mosqueaban un poco cuando eran informados de su apellido, y que le había ahorrado en taxis miles de pesetas por llamarse como mi amoral personaje. El auténtico doctor Gorroño –creí que nadie podría apellidarse así cuando bauticé a mi Gorroño–, me pareció un tipo excepcional y lleno de sentido del humor. Claro, no era comunista.
Ningún sevillano-jerezano me ha protestado por las excentricidades señoritiles del Marqués de Sotoancho, el único de mis personajes con entidad suficiente para convertirlo en un héroe literario. Dieciséis novelas van, y ya he comenzado la décimo séptima, que se titulará La Jaralera Confinada con el subtítulo «El Marqués prohíbe en La Jaralera el uso de Mascarillas». Ningún pescador gallego se ha molestado por las variopintas situaciones que tuvo que soportar el patrón Breogán Piñeiro, que llevaba en la dotación y rol de su arrastrero de altura a una mujer, La Salmona, para que sus marineros pudieran desahogarse. Ese personaje, el de La Salmona, que terminó contrayendo matrimonio con Breogán, me llevaría hoy en día directamente al Penal del Dueso, el de Ocaña, o el del Puerto de Santa María II, sin posibilidad de ser indultado por el Gobierno como los asesinos de la ETA o los golpistas catalanes. Y ningún entrenador de fútbol, ni Benito Floro, que se dio a conocer con posterioridad a mi Floro Recatado, me amonestó por la caricatura que hacía todas las semanas de las tonterías que declaran los entrenadores después de los partidos de fútbol. Floro Recatado, junto a su delantero Bumba, que saltaba a rematar cuando ya había pasado el balón, formaron parte del Atlético Berciano, para fichar posteriormente por el Spartak de Puerto Hurraco, sin haber ganado ningún partido en ocho temporadas.
Me ha divertido encontrar el tarjetón de Luis Del Olmo informándome de la queja del embajador del sanguinario piojo. El comunismo y la sonrisa viven como Saki y sus posibilidades económicas.
«Vivo tan por encima de mis posibilidades, que por decirlo de alguna manera, vivimos aparte». Como un comunista y el humor.