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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La metamorfosis

Al despertar una mañana, tras un sueño intranquilo, me encontré en la cama convertido en Marisu Montero…

Actualizada 10:42

El inicio de La metamorfosis de Franz Kafka, novela corta publicada por vez primera en 1915, es uno de los arranques más conocidos y desasosegantes de la historia de la literatura: «Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto».

Anoche tuve una agobiante pesadilla. Al despertar, tras un sueño intranquilo, me encontré en la cama convertido en Marisu Montero, la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE. El primer cambio que percibí es que mi pelo ralo se había convertido en una frondosa mata de rulos. Más tarde, cuando me detuve a comprarme un café rumbo al trabajo, noté una segunda mutación: era incapaz de hablar de manera articulada. En lugar de decirle a la camarera: «¿Me puede poner un café con leche?». Me sorprendí diciéndole: «Oye, chiqui, quería yo café en leche metido vaso para tomar algo que café es». Es decir, de repente había comenzado a hablar en «monterés», la jerga ininteligible de Marisu Montero.

Poco a poco, la metamorfosis fue afectando también a mi cerebro, a mi manera de pensar. Me di cuenta de que todo lo que les parece chachi a Junqueras y Otegi es sin duda buenísimo para España. Me percaté de que manipular al asalto el Código Penal para hacer más fáciles futuros golpes de Estado es una gran «contribución a la convivencia». Reparé en que el PP –y no digamos ya Vox– es muchísimo peor que Bildu, el partido de ETA, y que ERC, nuestro socio y amigo, que hace cinco años dio un golpe desde el poder regional para proclamar su República.

Descubrí que Iberdrola y Endesa, que mantienen unos 9.000 empleos en España cada una, ofrecen un servicio solvente y acometen fuertes inversiones, son en realidad vampiros sociales y hay que crujirlos a impuestos, lo mismo que a los pérfidos bancos.

Ahora que me he convertido en Marisu también sé que regalar los aprobados y no rascarla es lo mejor para una buena educación y el brillante futuro del país. Y que cuadrar los balances y acertar en las previsiones son rancias prácticas fachas. Y que facilitar rebajas penales a los violadores porque Irene Montero ha hecho una ley con los pies es solo una anecdotilla. Y que los jueces no deben gozar de independencia, porque la mayoría son fachas incorregibles que odian al Querido Líder. Y que no existen tíos ni tías por naturaleza biológica, sino estados de ánimo. Y que el idioma español probablemente lo inventó Franco, por lo que bien está que lo persigan en Cataluña y el País Vasco. Y que la II República fue el paraíso de los elfos, y así se enseñará por ley so pena de multa.

Y que hay que meterles a los españoles hasta en la sopa el cambio climático, porque es la nueva religión laica (aunque resulta que España solo supone el 0,4 % de la contaminación mundial y China, India y Rusia, que manchan a saco, pasan de todo). Y que ser gay es más guay que ser heterosexual, opción que a no tardar acabará siendo considerada un poco facha. Y que promocionar el aborto y que los médicos de la seguridad social maten a pacientes que lo pidan es «avanzar en derechos». Y que manipular las encuestas del CIS, los datos del paro y las noticias de TVE para que Sánchez salga guapo no es más que «avanzar en derechos». Y que mantener como ministra a una energúmena que defiende que los niños tengan relaciones sexuales con adultos es «avanzar en derechos».

Luego me desperté y ojeé la encuesta de Target Point que ofrece hoy El Debate: la suma de la derecha logra la mayoría absoluta. Sánchez y su orquesta del Titanic se caen del puente del barco. Al final igual resulta que la gente no está tan sumamente adormilada como nos cuentan.

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