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Palabra de honorCarmen Cordón

El delito andante

Soy un delito andante que es el fruto del amor entre la hija de un falangista zaragozano y el hijo de un republicano ejerciente de Soria; orgullosa de su pasado, de su familia y de los grandes sacrificios y logros que hicieron por España

Actualizada 01:30

El otro día me dio un flus, un desasosiego, un acongoje, una perturbación. Resulta que nací el 20 de noviembre (hace 4 días cumplí 55 años) y creo que soy un delito andante. Sí, así, como lo oyen. Mi mera existencia es una fechoría, una transgresión. Espero que esta confesión pública voluntaria sea un atenuante si me juzgan los de la ley histórica esa.

El día de mi cumpleaños tengo la sana costumbre de dar gracias a Dios en la iglesia que me pille cerca esté donde esté (viajo mucho) y estando en pleno recogimiento oracional en Santa Teresita en Palma de Mallorca me asaltó esta idea: hoy en día venir a rezar a una iglesia vacía sin motivo aparente para algunos tiene un cierto punto de «fachita clasicón» pero, con la que está cayendo de leyes de censura democrática, ir a la iglesia un 20-N debe de ser casi crimen de «facha fachón». Miré a ambos lados del banco eclesial, estaba sola, era domingo, eso mitigaba mi ofensivo comportamiento de rancia rezadora, pero ¿y si los sabuesos represores de la historia (desconozco dónde se esconden y cómo piensan aplicar el rodillo de su censura) hurgaban en mi pasado?: mi abuelo, Jesús Muro, un muy querido doctor de Zaragoza, fue el fundador y líder de la Falange aragonesa; y el propio José Antonio Primo de Rivera fue el padrino de bautismo de mi madre, Pilar Muro. Menudo currículum, me subió un sofoco que preferí atribuir a la alteración de hormonas propia de mi edad.

Pues sí, lo soy, un delito andante orgulloso de su pasado y su familia y de los grandes sacrificios y logros que hicieron por España; un delito andante, como miles de españoles, que es el fruto del amor entre la hija de un falangista zaragozano y el hijo de un republicano maestro de un pueblo de Soria (mi padre, Publio Cordón, empresario secuestrado y asesinado por el comunismo de GRAPO era paradójicamente hijo de republicano); soy un delito que existe gracias a una reconciliación ejemplar en la que lo prioritario no fue hacer cuentas con el pasado, por muy desolador, criminal e injusto que hubiera sido, sino abrirse al futuro para garantizarnos más libertad, más justicia y más solidaridad. Un delito andante que forma parte de la generación más populosa de la historia de España, que creció bajo el paraguas de una reconciliación, que cambió la memoria rencorosa por el compromiso con la construcción del porvenir, que vio mejorar la condición y el nivel de vida de los españoles, que vio cómo se extendió la protección social a la gran mayoría de la población, cómo se mejoró el sustrato físico del país construyéndose presas y pantanos que brindaron a todos los españoles un uso generoso y libre del agua y la energía (que por cierto ahora se están empeñando en demoler para decretar carestías de agua y poner su comercio en manos de grandes multinacionales, con 180 presas derrumbadas desde 2015) y que vio una transición ejemplar que reconquistó un gran papel político, económico, social y cultural de España en el mundo.

Un delito andante que pudo desarrollarse y aprender a pensar en una universidad casi gratuita en un ambiente de absoluta libertad con la responsabilidad que ello implica. En los 80 los jóvenes nos atrevíamos a hacer y decir todo lo que se nos pasaba por la cabeza. Soy un delito porque pienso que la combinación explosiva del fracaso de una sucesión de leyes de educación que premian la mediocridad y enrasan por abajo, unida a la dictadura de lo políticamente correcto al dictado de los dirigentes pseudo-progres, asignándose la potestad de imponernos lo que podemos hacer, pensar, decir, comer y oír, al dictado de organismos internacionales e intereses económicos globales, nos ha llevado a vivir en un estado de vigilancia e intromisión jamás conocido y al que me opongo. Qué poco podía imaginar la España de los 80 que la asfixiante censura vendría de tanto de la mano de la izquierda como también de una parte de la derecha que niegan el debate sobre ecología, vacunas, sexualidad, violencia o cualquier tema candente, condenando a la sociedad a un oscurantismo y una ignorancia que no conocimos en tiempos de la Transición.

Miré a mi alrededor, tan sólo paseaba de aquí para allá un acólito o sacristán completamente ajeno a mi presencia, centrado en la preparación de todo lo necesario para la celebración de la misa. Nací un 20 de noviembre y soy un delito total que no piensa renunciar al 50 por ciento de su pasado histórico porque es el que nos ha traído hasta aquí. Nuestro éxito es el fruto de una época que existió al 100 por cien. Que me lleven presa si quieren.

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