Una democracia de palo y tentetieso
Hoy el PSOE es una estructura de poder al servicio del líder, donde se expulsa a los discrepantes y se obliga a la humillación pública de los críticos
No es casualidad que el castigo a Joaquín Leguina, expulsado del PSOE por rebelarse contra la deriva del sanchismo, haya venido a coincidir con la amnistía encubierta a los participantes en la intentona independentista de 2017. Toda la operación diseñada por Moncloa para blanquear aquel golpe a nuestra Constitución necesita mucho más que la propaganda ramplona y falaz que repiten los portavoces socialistas, necesita el argumento de mayor poder de convicción, el de la represalia política y el castigo al discrepante.
Lo que está ocurriendo en este diciembre aciago para nuestro sistema institucional es una reedición corregida y aumentada de aquel tormentoso Comité Federal que reventó al PSOE cuando Sánchez quiso apuntalar su poder con una votación sin control, sin censo y sin interventores. Con aquel intento de pucherazo, al estilo peruano hoy de actualidad, Sánchez hizo la presentación en sociedad de su modelo de liderazgo. Hoy el PSOE es un partido laminado, una estructura de poder al servicio del líder, donde se expulsa a los discrepantes y se obliga a la humillación pública de los críticos; un partido sin capacidad de reacción ante las arbitrariedades del mando, alérgico a cualquier atisbo de debate interno y con una nómina de caídos en desgracia que empieza a ser legión. Un partido de palo y tentetieso.
Ese PSOE, emasculado e inerme, es el espejo al que debemos mirar los españoles para vislumbrar en lo que puede devenir nuestra democracia con otros cuatro años de gobierno de Pedro Sánchez: un sistema de instituciones completamente colonizadas por el poder ejecutivo y dirigidas por militantes de estricta observancia partidaria. La transparencia o la rendición de cuentas serán antiguallas tan inservibles como la seguridad jurídica y el código penal otro instrumento al servicio del Gobierno, con delitos de quita y pon en función de sus intereses y sus pactos políticos. Un sistema penal para garantizar la impunidad de los amigos y castigar a los discrepantes.
Habrá quien piense que esto es una exageración o una distopía, pero los hechos han demostrado sobradamente que Sánchez es capaz de llevar cualquier despropósito político a las páginas del BOE. De momento ahí tenemos a los jueces amenazados con sanciones penales si no se pliegan a la voluntad del César monclovita y rinden la plaza de la independencia judicial a la mayoría gubernamental.
Hace bien Feijóo en seguir apelando a los votantes socialistas recelosos de esta deriva despótica y pedir su colaboración para reconstruir el espíritu constitucional que ha sustentado nuestra convivencia en todos estos años. Si la estrategia de Sánchez consiste en tensionar al máximo a la sociedad española para justificar sus abusos, la de Feijóo debe ser buscar a quienes se niegan a ser utilizados en esa estrategia de polarización al límite. Existen ciudadanos capaces de rechazar la arbitrariedad y el despotismo por muy bien envueltos que vengan en mentiras o demagogia, ciudadanos capaces de resistirse a un futuro de palo y tentetieso para todos. Y a esos ciudadanos no los pueden echar como han echado a Leguina del PSOE.