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Oscura claridadClara Zamora Meca

¿12 uvas?

Considero que, una vez que se instaure la derecha en el poder, es decir, este año que entra, para compensar toda la inutilidad de las modificaciones llevadas a cabo por el actual Gobierno, podrían plantear una digna alternativa, y así hacer algo conveniente por los españoles, para variar. ¿Qué tal lasquitas de jamón ibérico?

Actualizada 12:03

A cinco noches de despedir el año, les hago una reflexión que podría ayudar a aliviar sus últimos segundos de vigencia. Previamente, voy a recordar unos datos, con el objetivo de poner de manifiesto que esta última tradición anual no siempre fue así. De hecho, la elección del día 31 de diciembre para cerrar un año se debe a un solo hombre: Julio César. Derribando el sistema primitivo, en el año 45 a. C., instauró el año solar que, según los egipcios, comenzaba en enero. Aquel calendario se conoció como juliano y, más tarde, fue sustituido por el que nos rige actualmente: el gregoriano, que hace coincidir el año civil con el del trópico, y que mantiene esa fecha, a pesar de haber hecho algunas modificaciones con el anterior.

Para comenzar el año con dulzura, los romanos comían miel con dátiles e higos. Esta tradición se introdujo en toda Europa. Con el tiempo, se cambiaron los dulces por las lentejas, pues se consideraba que podían fomentar la prosperidad económica. A día de hoy, los españoles -y sólo nosotros- tomamos doce uvas. Esta costumbre, con la que hemos nacido todos, no es tan antigua como podríamos pensar. Hay varias versiones, pero las que más peso tienen son estas dos: la primera dice que, en 1909, por un esfuerzo desesperado de deshacerse de un inmenso excedente de producción, los cosecheros se inventaron el rito de que las uvas traen suerte; la segunda es algo más antigua, data de finales del XIX, y asevera que comenzó como una burla popular hacia las clases acomodadas, que solían cenar uvas esa noche del año.

Nadie negará que esta costumbre frutal es realmente incómoda, puede ser mortífera, angustiosa y hace que todos estemos en silencio -con la boca llena- en el momento de celebrar la llegada del nuevo año. Mi marido y yo hemos llegado a la determinación de partirlas por la mitad y compartirlas. Conocí a una señora muy mayor y muy genial que decía que tenía mucho calor por la emoción de ese momento, de manera que abría la ventana para irlas tirando sin que se dieran cuenta sus nueras, yernos y nietos. Otros, en ese momento, sienten lástima por sus mascotas y comparten con ellas sobre la marcha las propiedades de esa fruta. Comer doce uvas después de una cena que suele ser copiosa me parece forzado y exagerado.

Considero que, una vez que se instaure la derecha en el poder, es decir, este año que entra, para compensar toda la inutilidad de las modificaciones llevadas a cabo por el actual Gobierno, se podría plantear una digna alternativa. ¿Qué tal lasquitas de jamón ibérico?

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