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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Empantanados

Los problemas de los republicanos americanos con Trump son muy parecidos a los de los socialistas españoles con Sánchez. Ambos partidos están enfangados en liderazgos tóxicos

Actualizada 11:04

Donald Trump no fue el primero, pero sí fue el político que con mayor energía utilizó la metáfora del pantano para referirse a la política profesional de Washington. Como buen populista, Trump ha cimentado su discurso en el adanismo y la descalificación de las instituciones. Al hablar del «pantano» sugería algo enfermizo y corrupto en las prácticas que demócratas y republicanos han desarrollado durante décadas de estabilidad institucional en EE.UU. No es algo muy distinto del «no nos representan» que aquí coreaban los indignados de Podemos frente al Congreso de los Diputados.

Lo ocurrido esta semana en EE.UU. me ha hecho recordar las denuncias de Trump contra «el pantano de Washington» al ver a un grupo de republicanos, fervorosos trumpistas e irreductibles defensores de los supuestos valores americanos, protagonizar el mayor espectáculo de empantanamiento político que se recuerda en décadas. Hay que remontarse más de un siglo de política americana para encontrar el precedente de una mayoría en la Cámara incapaz de escoger a su líder. Eso sí ha sido un pantano político servido, curiosamente, por quienes más denunciaban la disfuncionalidad de la política clásica.

Ayer, por fin, Kevin McCarthy consiguió ser elegido presidente, a la decimoquinta votación, pero lo ocurrido no anuncia nada prometedor para lo que queda de legislatura. McCarthy sale de esta peripecia con su autoridad moral severamente dañada. Ha tenido que hacer concesiones tan extravagantes como permitir que un solo representante de un grupo de más de 200 pueda forzar una votación para reprobarle y en el futuro tendrá que seguir lidiando en cada votación importante con las exigencias de ese autodenominado Caucus de la Libertad que más parecen los heraldos del caos.

El resultado de los republicanos en las elecciones de noviembre ya fue históricamente escaso frente a un presidente de prestigio tan raquítico como Biden y a pesar de la crisis de inflación que vive la economía americana. A la vista de lo ocurrido esta semana, sospecho que muchos de esos votantes conservadores probablemente ya se han arrepentido de haber depositado su confianza en un partido que actúa de manera tan claramente disfuncional.

Los problemas de los republicanos americanos con Trump son muy parecidos a los de los socialistas españoles con Sánchez. Ambos partidos están enfangados en liderazgos tóxicos. En el PSOE han liquidado cualquier escrúpulo moral a la hora de buscar socios y el único horizonte que Sánchez les ofrece es avanzar en ese camino de degradación de la mano de Bildu y ERC. Los que patean la calle y no viven pendientes del argumentario de Moncloa o de las encuestas de Tezanos, conocen perfectamente la realidad: saben que van a perder las elecciones e intuyen que aún después de la derrota, deshacerse de Sánchez va a ser tan difícil como deshacerse de Donald Trump. Nuestros socialistas están tan empantanados como los republicanos; incluso Ximo Puig, al que Sánchez le acaba de negar el agua del trasvase.

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