La pieza que faltaba en el puzzle
Sánchez y Bolaños estaban ansiosos por iniciar el año político, el día 9, con el Alto Tribunal bajo control. Será cuestión de imagen o gesto de buena voluntad hacia los independentistas. O algo más
«Me parece increíble. ¿Esto lo sabe Conde-Pumpido?» Esta fue la indignada reacción de Arnaldo Otegi cuando, en mayo de 2005, el fiscal de la Audiencia Nacional solicitó para él prisión incondicional. Lo contó el abogado de la AVT, aunque la Fiscalía negó que hubiera pronunciado esa frase. Entonces, Arnaldo Otegi era procesado por terrorismo. Después fue «hombre de paz» y ahora es el jefe de un grupo que negocia y pacta con el gobierno navarro y el de España. Entonces, Cándido Conde-Pumpido era un diligente Fiscal General del Estado sensible a las posiciones políticas de José Luis Rodríguez Zapatero ahora se ha convertido en el presidente del Tribunal Constitucional de la era Pedro Sánchez. Nada parece inocente ni casual.
Había, en la Moncloa, mucha prisa por hacer el relevo. Ni siquiera han respetado el descanso del año nuevo. El día 2 de enero, con medio país de fiesta y el otro medio de resaca o vacaciones, en la sede del Tribunal Constitucional se trabajó a destajo para localizar a secretarias y togados con el fin de cursar a tiempo las invitaciones para asistir a la ceremonia de toma de posesión de los nuevos magistrados y a la despedida del presidente saliente. Sánchez y Bolaños estaban ansiosos por iniciar el año político, el día 9, con el Alto Tribunal bajo control. Será cuestión de imagen o gesto de buena voluntad hacia los independentistas. O algo más. Tendremos tiempo de comprobarlo antes de que la legislatura acabe. Las aparentes disputas para ejercer la presidencia con las que nos han entretenido parecen una mera maniobra de distracción, el resultado de la votación estaba cantado de antemano.
Su elección demuestra que el proceso de voladura constitucional continúa. Lo intentaron los asesinos de ETA y llegaron a la conclusión, gracias al eficaz trabajo de políticos, jueces, policías y guardias civiles, de que la violencia no era el camino. Optaron por integrarse en el sistema para volarlo desde dentro. El Gobierno de España, con Zapatero ostentando la presidencia y Rubalcaba en Interior, les facilitó la transición. Lo intentó Ibarretxe y las Cortes le dieron con la puerta en las narices. Tomaron el relevo los independentistas catalanes. Y, aunque las instituciones del Estado respondieron con eficiencia parando el golpe, Pedro Sánchez está más que dispuesto a favorecer no sólo su vuelta al corazón del sistema, sino también a concederles todas y cada una de sus demandas.
Un Tribunal Constitucional a la medida de sus aspiraciones era la única pieza que faltaba para volar desde dentro la Carta Magna. Y, para ello, era necesario colocar al frente al hombre que en su día, como Fiscal General, se mostró dispuesto a evitar que, entre la realidad social y el vuelo de las togas, no hubiera divorcio o abstracción posible. Ya se encargará José Félix Tezanos de dibujar a conveniencia esa realidad social. Conde Pumpido, el que renegó de la inmaculada lejanía de la independencia que invocan los jueces, hará el resto: mancharse la toga con el polvo del camino.