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Oscura claridadClara Zamora Meca

Pálida Macarena

Macarena, no eternices lo que no tiene solución. Pon flores, música de fondo, abre las ventanas, espejos para verte cada mañana; pero allí, sólo allí: en tu digno despacho de abogada

Actualizada 01:30

Flirtea con el peligro a condición de no ser invisible. Una entrevista que pretendía ser polémica y no ha hecho más que poner sobre el tapete lo que algunos sospechábamos: una criatura infeliz que carece del encanto de la debilidad. Se arrodilló en su día con mucha gracia, y se embraveció después sin ninguna. Una mujer inteligente que hace del autoengaño su tabla de salvación. Se conoce poco, se considera mucho y, como no cese en su intento de ser imprescindible, va a terminar como la protagonista de una ópera wagneriana.

Eché de menos que el presentador y su desaliño preguntaran por los inicios de su vida política, ¿quién le tendió la mano para entrar en Vox? ¿Cómo vivió ese cambio que le permitió mostrar su sombrero todas las tardes en el paseo de las cinco? Ahora que ha tenido que volver a la oscuridad de su despacho se ha encontrado con que su pasado sigue siendo su amante, un amante que ya no le sirve, porque no es divertido ni le da placer.

No llega a ser una mujer perversa, pero tampoco se ve bondad en su mirada: se ve dolor, pero no un dolor exclusivamente profesional, tiene todo pinta de que hay ingredientes que se asocian a la noche, y que aún no se han descubierto. ¿Algún enamoramiento no deseado y menos correspondido? Entre un hombre y una mujer puede haber pasión, enemistad, adoración, amor, y algunos cínicos dicen que también amistad. No hay nada más aburrido que la sensatez.

Mirada penosa y con lágrimas, teatro, mucho teatro, y pinceladas de ignorancia social han decorado una entrevista aburrida, con un ritmo parecido al llanto de un pecador y, estimado presentador, el aburrimiento es un pecado imperdonable en televisión. Jugó finalmente con las ilegalidades de su vida privada, la hija de un cocainómano y alcohólico que rozó oscuros abismos sin llegar a caer. Sin embargo, eso nos importa poco de cara al bien nacional.

Hoy es andaluza, mañana de Alicante, pasado medio catalana; le gusta Yolanda, ayer la veía fea «figuradamente»; estaba enfermísima y por eso se fue de Vox, pero parece que ahora lo dejó por otros motivos que no termina de exponer con claridad. Las veladas de política le fascinan, porque en ellas no se habla de política. Una Villacís del montón, de esas mujeres que no entienden que las que venden su anonimato y su integridad a cambio de un poco de popularidad terminan a la deriva. El pueblo las subyuga y las embrutece.

Norte perdido, calumnias innecesarias e irrisorias, infantiles ataques de un alma dolida por otros motivos, que sólo el autoanálisis en un diván podría salvar. Macarena, no eternices lo que no tiene solución. Pon flores, música de fondo, abre las ventanas, espejos para verte cada mañana; pero allí, sólo allí: en tu digno despacho de abogada.

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