Un tiro en el pie
Quienes acuñaron con éxito el concepto de «la derechita cobarde» han decidido esconderse ellos y sus planteamientos ideológicos detrás de un simpático zascandil de la política
Dicen los manuales que el periodista nunca debe hablar de sí mismo, pero yo me voy a tomar hoy esa libertad. Como muchos lectores saben, y otros a partir de ahora ya no ignoran, he trabajado durante mucho tiempo en política; durante seis años para el Partido Popular y durante siete en el Gobierno de Mariano Rajoy. Así pude descubrir lo que significa la vida de un partido político y el respeto que merece la figura del militante. He visto con mis ojos la generosidad de todas esas personas anónimas que dedican sus fines de semana, sus horas libres y su esfuerzo a trabajar por una idea y las siglas que la encarnan. Desde entonces veo la política como algo mucho más digno que la imagen tópica y poco edificante que habitualmente se traslada de esa actividad. Ni siquiera personajes como el Tito Berni, con su red de extorsiones y su oficina de turismo sexual para incautos, logran destruir mi respeto por los militantes de los partidos políticos.
Creo también que esa dedicación es la misma y merecedora de igual reconocimiento independientemente del partido o el ideario político que defiendan. Nada se parece más a un militante del PP, que otro militante del PSOE o de VOX. Obviamente, sus planteamientos son antagónicos, pero la dedicación y el entusiasmo son muy similares. La mayoría no vive de la política y a pesar de ello son disciplinados, leales y esforzados. Sin ellos la política sería una actividad anémica y triste; ellos le dan energía y legitimidad; por eso merecen todo el respeto por parte de quienes dirigen los partidos.
Intuyo que los militantes y simpatizantes de Vox solo entienden de la moción que mañana se presenta lo justificado de la censura a Pedro Sánchez; a partir de ahí todo resulta bastante delirante, cosa que no puede sorprender estando por medio Fernando Sánchez Dragó, que pasa por ser el padre de la ocurrencia. Apostaría que la mayoría de los militantes de Vox habrán tenido que ir a la Wikipedia para averiguar quién es su candidato a la presidencia del gobierno. Muchos se habrán sorprendido al descubrir que había sido un antiguo dirigente del Partido Comunista, aunque eso tampoco debe escandalizar a nadie ya que son antiguos comunistas quienes llevan mucho tiempo expidiendo los certificados de buena conducta a la gente de derecha.
Más sorprendentes han sido las largas negociaciones con el flamante candidato sobre el contenido de su discurso y que finalmente se haya acordado no hacer mención alguna a los problemas de nuestro estado autonómico, al aborto o a las políticas de género de este gobierno, cuando vamos camino de los 600 violadores favorecidos por la ley del sí es sí. Quienes acuñaron con éxito el concepto de «la derechita cobarde» han decidido esconderse ellos y sus planteamientos ideológicos detrás de un simpático zascandil de la política como es Ramón Tamames, al que han rescatado del olvido a su provecta edad. No creo que esa imagen refleje con justicia a los militantes del VOX y todo su trabajo de estos años.
Contra Sánchez no vale todo y menos pegarse tiros en el pie. Esta moción huele a pólvora pero no precisamente en La Moncloa.