Nuestros generales
Para mí, y para millones de españoles, Pérez de los Cobos y Sánchez Corbí son y serán siempre nuestros generales
Para comprender la perversidad del odio que siente Marlasca por el coronel Pérez de los Cobos, siendo juez de profesión, reprobado en el Congreso, y defensor a ultranza de la inversora inmobiliaria Gámez, tendríamos que conocer los motivos que originaron sus histéricas e incomprensibles decisiones, que suenan a venganzas, contra el prestigioso coronel de la Guardia Civil. Algunos dicen que en un tiempo pasado, coincidieron en su destino de Bilbao un juez Marlasca joven e impetuoso y un capitán de la Benemérita cuyo honor era –y es– su divisa. Y que algo sucedió en una calle. En la calle suceden muchas cosas que terminan en un cuartelillo o una comisaría. La maldita calle, fragua de amores, jardín de pesares. Esa calle que el gran Rafael de León, que no era gay sino marica de los de toda la vida, definió con su arte en «Toíto te lo Consiento».
Menos faltarle a mi mare.
Que una mare no se encuentra
Y a ti te encontré en la calle.
Calles de esquinas oscuras y noches furtivas. Durante el día, calles de tiendas y regalos de amores.
De tus caprichos constantes.
–¡Quiero un vestío! –¡Catorse!
–¡Quiero un reló! –¡De diamantes!
Y de nuevo la advertencia y el recuerdo.
–A la mare de mi arma
La quiero desde la cuna…
¡Por Dios, no me la «avasayes»
Que mare no hay más que una
Y a ti te encontré en la calle!
Resulta curioso que el pueblo se haya apropiado de las coplas y los versos de dos aristócratas. Fernando Villalón, el poeta de las marismas del Guadalquivir, conde de Miraflores de los Ángeles, y Rafael de León y Arias de Saavedra, marqués del Valle de la Reina y conde de Gómara. Y también resulta curioso que mi texto haya derivado hasta la copla, cuando no era mi intención. Quizá que algo sucedió en la calle y pasó por allí la Guardia Civil.
Don Diego Pérez de los Cobos, y don Manuel Sánchez Corbí eran –y son– los jefes de la Guardia Civil más respetados por sus compañeros. Años de lucha contra el terrorismo. Al coronel Sánchez Corbí le debe la vida José Antonio Ortega Lara. Ahí estaba también Pérez de los Cobos. Uno, jefe de la UCO. Otro, comandante de la Guardia Civil en Madrid después de haber representado a España durante el golpe de Estado de los descerebrados de Cataluña. Y los dos, destituidos por Marlasca. Y los dos, con los primeros números para el ascenso al Generalato, eliminados caprichosa o vengativamente por Marlasca y la inmobiliaria Gámez. Y al fin el Supremo que le concede la razón a don Diego Pérez de los Cobos y deja al juez injusto a la altura del betún. Pero ya ha conseguido terminar con sus brillantísimas carreras en un grado que no les correspondía. Pobre Marlasca. Su víctima es él. Ascensor de lacayos y enterrador de héroes. Ciento setenta y seis asesinos de la ETA trasladados al País Vasco siguiendo instrucciones de Sánchez y Otegui. Melilla. Mentiras y mentiras. Habrá que buscar en su saco de rencores el motivo de su comportamiento contra la lealtad y el honor.
Quizá la respuesta se encuentre en la calle. Pero las calles no tienen voz ni memoria. Para mí, y para millones de españoles, Pérez de los Cobos y Sánchez Corbí son y serán siempre nuestros generales. Mucho más generales que los que adornaron con su insólita presencia el acto de dimisión de la inmobiliaria Gámez como directora general de la Guardia Civil.