Triunfa el sectarismo de Marlaska
Lo más preocupante es comprobar en qué manos estamos. Qué ética y qué principios tiene un ministro que lleva la venganza personal al extremo de hacer todo lo posible por acabar con la carrera de un funcionario del Estado ejemplar
Ésta ha sido una semana muy triste para España. Porque hemos visto cómo desde el Gobierno se procura ignorar una sentencia del Tribunal Supremo que condena el cese injustificado del coronel Pérez de los Cobos. Y el ministro del Interior, que es un magistrado, pretende encontrar la forma de incumplir esa sentencia. Es difícil encontrar un ejemplo más perfecto de la degradación de nuestra democracia.
Cuando Franco gobernaba España había un chascarrillo que decía: «Yendo hacia el Pardo y en lo alto de una ermita hay un cartel que dice ‘maricón el que dimita’». Pues habrá que reconocer que dimitían más altos cargos en tiempos del general. Y no será porque ahora se persiga en la vida pública la homosexualidad. Pero aquí no dimite nadie. A Pedro Sánchez le ha condenado dos veces el Tribunal Constitucional por imponer a los españoles dos reclusiones que no se ajustaban a nuestros derechos constitucionales y ha despachado el asunto como si le hubieran puesto una multa de tráfico –lo que sabemos que en su caso es imposible porque todavía no se pone ese tipo de sanciones a los Falcon.
Y ahora tenemos un ministro del Interior que es condenado por el Tribunal Supremo y pretende seguir el modelo Sánchez. Eso tiene cierta lógica porque es de bien nacido ser agradecido y Marlaska debe toda su carrera política a Sánchez por lo que es natural que le tome como modelo tanto en no dimitir como en mentir constantemente.
Es interesante escuchar a algunas figuras muy relevantes del PSOE tradicional que cuentan sin inmutarse cómo el coronel Pérez de los Cobos ha sido un funcionario ejemplar que ha servido al Estado con igual lealtad con gobiernos de un signo y el contrario. Pero ahora se trataba de acabar con su carrera porque se había negado a cometer un delito. Lo que Marlaska pretendía que hiciera Pérez de los Cobos revelando los resultados de sus pesquisas como policía judicial hubiera sido un delito flagrante. Y por negarse a cometer ese delito es por lo que lo destituyó la directora de la Guardia Civil, María Gámez. Así las cosas, es más fácil comprender por qué Grande-Marlaska la describió como la mejor directora de los 178 años de historia de la Guardia Civil.
Lo más preocupante es comprobar en qué manos estamos. Qué ética y qué principios tiene un ministro que lleva la venganza personal al extremo de hacer todo lo posible por acabar con la carrera de un funcionario del Estado ejemplar.
España, año de gracia de 2023.