La superioridad moral de la izquierda
Para el maquis de la Moraleja que es la izquierda española se puede gobernar España gracias al Junts Junts Klan xenófobo de Puigdemont
La peculiar izquierda patria tiende a confundir sus gustos con los hechos, a denigrar los segundos y a creer, por una extraña razón, que los primeros son de superior jerarquía y justifican la ira y el desprecio hacia quienes no los compartan.
Lo dijo Carlos Bardem, que es un escritor ramplón y un actor meritorio, con una soberbia nada inusual entre los de su especie: «Sí, soy moralmente superior».
El hermano de Javier, que es otro fantástico artista con la misma intolerancia al distinto y similares luces cortas para argumentarlo, se refería técnicamente a los fascistas, que no existen en España, para dirigirse en realidad con un circunloquio al conjunto de votantes de partidos bastante más decentes que todos los que se arriman a su rebaño y no merecen por su parte repudio alguno.
El infernal resultado del 23J ha exhibido con toda su crudeza esa fantástica condición definitoria de la izquierda española, tan sectaria como el Frente Popular pero con líderes bastante más tontos que Manuel Azaña, cuyas memorias en el exilio donde murió harían bien en leer los apologetas del guerracivilismo, heroicos voluntarios del maquis de La Moraleja.
Porque se puede tener opinión de casi todo, incluso una opinión estúpida como suele ser el caso, pero al menos ha de partir de los hechos para diferenciarse un poco de la defecación blanda de un ñu con problemas intestinales, donde chapotean con frecuencia los prejuicios y análisis de la División Dior de la Resistencia, paradójicamente aliada con el poder.
Así que repitámoslo, para que al menos el debate no sea un insulto a la inteligencia del protozoo más básico, capaz también de entenderlo a poco que se esfuerce: Sánchez ha perdido las Elecciones frente a Feijóo; el bloque del PSOE y Sumar ha retrocedido frente al del mismo PSOE y Podemos y, además, se ha visto superado por el que conforman PP y VOX con una holgura que, en términos futbolísticos, equivale a un 2 a 0 en el partido de ida. No es una manita, pero es una victoria.
Ésta es la verdad, la digan Agamenón o su Belarra, que ha salido de su catacumba para demostrar cuánto esperaba Podemos una derrota de Yolanda Díaz como la que en realidad ha tenido, pero adornada con la imposibilidad de gobernar, algo que todavía no ha pasado, para disgusto de Pablo Iglesias y su arsenal de navajas de Albacete.
A partir de ahí, puede discutirse con un mínimo de respeto a la inteligencia media, que suele ser superior a la de cualquiera de los dos Bardem y la de todos sus amigos, empeñados siempre en expulsarnos de su vera artística pese a nuestra devoción: pueden ser una panda de cretinos con ínfulas, incapaces de predicar con el ejemplo, pero son los cretinos que nos han hecho disfrutar con sus canciones, sus películas o sus discos y no vamos a renunciar a ese placer prohibido de vengarnos de ellos por el curioso método de engordar sus cuentas corrientes.
Y en esa discusión también hay algunas premisas añadidas a las estrictamente aritméticas que demuestran, con la precisión de Pitágoras calculando triángulos rectángulos, sus trampas y contradicciones: Vox no es equiparable a Bildu, salvo que alguien exhiba el historial de crímenes y delitos cometidos por el jefe batasuno o demuestre que las peores ideas del partido de Abascal se han impuesto por procedimientos ajenos a la democracia, como ERC o Junts con el procés.
Y, en la misma medida, lograr la Presidencia sin encabezar al partido más votado no es lo mismo en Extremadura, donde el PSOE efectivamente ganó en la foto finish, que en España, donde el perdedor Sánchez solo puede obtenerla si a la «olita roja» le añade el respaldo, en ese orden, de un terrorista, un golpista y un prófugo.
Si a partir de estos hechos Sánchez y Bardem deciden tirar p'alante, dar saltitos y grititos como si tuvieran lombrices en el íleon, prescindir de la protocolaria felicitación al vencedor, poner en un brete al Rey y lograr un Gobierno incapaz de gobernar, estupendo.
Pero que no vuelvan a dar lecciones de moral, al menos: porque mientras llaman fascistas a once millones de votantes, le van a deber el cargo a los poco más de 300.000 seguidores del Junts Junts Klan, el partido xenófobo de un fugado en un maletero que solo estaría dispuesto a poner de presidente de España a Pedrito para que le ayude a destruir España. Ahora ya puede seguir odiándonos, hasta el alba.