Éxito y fracaso de Sánchez
No tiene vergüenza para defender hoy un argumento y mañana el contrario. Ni para convencerte de que tenía razón en el primer momento y también en el otro
Sánchez tiene el afán de en el futuro convertirse en el líder de algún organismo internacional importante. Se deja querer, le gusta imaginarse en esa situación y no son pocas las veces que hemos oído relacionar su nombre con puestos de calado. Consejo Europeo, Internacional Socialista... cuanto más parecía que en Moncloa iban a cambiar de colchón, más sonaba su nombre y más enorgullecido se sentía él.
Hay que reconocerle su carisma y su capacidad para atraer las miradas de los líderes internacionales. Tiene presencia, sabe moverse entre bambalinas y es capaz de vender a su madre por tal de conseguir lo que quiere. Tampoco tiene vergüenza para defender hoy un argumento y mañana el contrario. Y, lo que es peor, para tratar de convencerte de que tenía razón en el primer momento y también en el otro. Solo cambió de opinión.
A la hora de montar un show no le gana nadie y en determinados puestos los gestos consiguen más apoyos que las decisiones políticas. Pocos líderes olvidarán la noche que pasaron esta semana en la Alhambra, como tampoco la que disfrutaron en el Museo del Prado durante la cumbre de la OTAN. Y en su subconsciente, se lo deben a Sánchez.
El problema es que luego abre la boca y tira por tierra todos los esfuerzos que ha conllevado la cumbre. Nada más poner el pie en Granada, Sánchez se puso en modo investidura para reconocer por primera vez que estaba negociando la amnistía con los líderes del procés y le robó cualquier protagonismo posible a la reunión de la Comunidad Política Europea. Si ya pocos sabían quiénes eran los que se juntaban en Granada y daban por hecho que era algo de la UE, Sánchez terminó de rematarlo hablando de amnistía. Una vez dentro de la sala ya podían tratar la inmigración, Armenia o Ucrania, que la noticia sería la amnistía.
Sánchez alardeaba una y otra vez de la importancia de la cumbre y de poder juntar a todos los líderes europeos en Granada, pero dime de qué presumes y te diré de qué careces. Si era tan fundamental la reunión, por qué se la perdió Erdogan, por qué no hubo declaración al finalizar o por qué se marchó Sánchez sin contestar preguntas cuando era el anfitrión. Y es que la que le interesaba ya la había respondido: la amnistía está de camino.