Un discurso para militantes ciegos
Sánchez se presenta como «un muro contra los ataques a los valores de la España democrática» mientras lleva a cabo la demolición de lo que afirma proteger
Las extraordinarias medidas de seguridad en torno al Congreso de los Diputados son las adecuadas. Las adecuadas para un golpe de Estado. Como era de esperar, Sánchez vende su truño de acuerdo con la estrategia que eligió el partido socialista hace 21 años para hacer política, cuando Zapatero dejó su disfraz de Bambi, enseñó los dientes y abrazó la lógica amigo-enemigo. Una lógica de la que no han salido, salvo en el ínterin de la expulsión de Sánchez. Desde su regreso al liderazgo socialista, el nuevo presidente, el primero ilegítimo desde Arias Navarro, no abandona el mitin. Consignas para militantes. Lo contrario de lo que haría en su investidura un presidente decidido a gobernar para todos.
Por eso cree posible pronunciar frases tan orwellianas como «Esta amnistía no será un ataque a la Constitución, sino una muestra más de su fortaleza y vigencia». Y eso después de eludir la palabra amnistía, el elefante en la sala de estar, durante más de una hora. También por eso (amigo-enemigo) se presenta como un antídoto contra «las derechas retrógradas». Porque claro, como todo el mundo sabe, el problema español son las derechas. Lo dicho, una larguísima arenga para militantes. Pero ni siquiera para todos los suyos, dadas las vistosas bajas que está sufriendo el PSOE, sino para los más sectarios, para los cegados por una palabrería chusca que sustituye a las ideas en el discurso formal.
Sánchez se presenta como «un muro contra los ataques a los valores de la España democrática» mientras lleva a cabo la demolición de lo que afirma proteger. No cabía esperar otra cosa. Buenos y malos, blanco y negro, la paz es guerra y la guerra es paz. Paupérrima cobertura del autogolpe bajo una colección de consignas que no convencen más que al convencido y que choca contra cualquier análisis mínimamente serio, como el que le espera en la Comisión Europea. Hablar de Sanidad y de viviendas públicas, en estas circunstancias, es mero truco para que corra el reloj.