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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Iceta

El «Iceta» es ya la moneda oficiosa del sanchismo, que compra y vende todo con dinero ajeno siempre

Actualizada 01:30

Iceta ayuda a entender perfectamente por qué nadie en el PSOE se ha atrevido a enmendarle nada a Pedro Sánchez, pese a las evidencias de que casi todo lo que hizo, hace y hará es más propio de análisis desde el Código Penal que en un ensayo político o un libro de historia.

El nuevo embajador de España ante la UNESCO se calla porque, gracias a ese silencio, será nuevo embajador de España ante la UNESCO, que es algo parecido a disfrutar de Disneyland con todos los gastos pagados y jugosos extra por si acaso necesita continuar la fiesta con Mickey, Minnie, Donald y todos los amiguitos de las noches locas parisinas.

Los niños no tienen incentivo alguno en mejorar en el informe PISA, que concluye que en España hay mucho tonto pero al menos es bilingüe en aquellas comunidades punteras en inmersión, si ven que un tipo sin estudios ha sido ministro de Cultura; con sobrepeso de Deportes y sin principios del organismo que custodia todo ello junto y además la Ciencia, que para Iceta es un género cinematográfico con presencia abundante de marcianos.

Con ese currículo de nini, sin otra cotización que no sea la obtenida en algún departamento público desde la más tierna infancia hasta la más lacaya senectud, no se le puede pedir a Iceta que incumpla su parte del acuerdo con el Sánchez de turno: yo te apoyo en la invasión de Polonia, si es menester, si a cambio recibo un convoluto legalizado que me permita vivir eternamente del cuento.

Sánchez se compró la Presidencia pagándole a Puigdemont con bienes ajenos; la cohesión de su grupo parlamentario dándoles embajadas, Ministerios y destinos impropios de tanto zángano con ínfulas; y la lealtad de un número notable de sus votantes con un histórico listado de pagas, subvenciones y ayudas que hacen imprescindible, para ellos, la continuidad en el poder del pagador, a costa del confiscado contribuyente.

El líder socialista ha actualizado el concepto tradicional de cacique, pero se comporta como cualquiera de ellos en ese mercado negro de las voluntades, los favores y los dineros que ya es, con él, la política española.

Nadie en el PSOE ha apoyado a Sánchez pensando en hacer honor a su condición de representante del pueblo, sino en cómo defender mejor sus intereses personales, sus sueños más húmedos y sus caprichos más inconfesables.

Y eso es también corrupción, que retrata igual al corruptor y al corrompido. Y al tonto que al listo. Irene Lozano, que fue azote magenta del sanchismo, es hoy su hagiógrafa, con sucesivos libros con final feliz perfectamente remunerados y una tarea ímproba de redefinición del concepto de afroamericano relativo al plagio.

Fue jefa del Deporte español sin entender la diferencia entre un guardameta o que te la meta un guardia, y ahora dirige la Casa Árabe, aunque sus conocimientos en la materia no excedan mucho, probablemente, de haber comido cuscús alguna vez y de haber bailado la danza del vientre en alguna despedida de soltera.

Si la lista, y Lozano lo es, cae en los brazos de este Morfeo dopado con dinero público, ¿cómo le van a pedir a Iceta que demuestre algo de fibra moral o a los diputados castellanos o extremeños que detengan el atraco en marcha a sus paisanos para pagarle las facturas sanchistas a Puigdemont?

El «Iceta» es la moneda oficiosa de Sánchez, con la que se compran y se venden almas en un dantesco espectáculo de coprofagia que no parará hasta que les salga las mierdas por las orejas. Y otra cosa no, pero estómago tienen un rato.

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