Ábalos, toro y torero
Ábalos se está saliendo con la suya después de que el Zeus de Tetuán lanzara cinco huracanes sobre él. Ojo con Ábalos
Tiene su gracia imaginar una historia donde Sánchez va decapitando o asesinando civilmente a cuantos se subieron al Peugeot en su época mendicante y tenaz. Hilar una trama donde el inesperado vencedor, henchido de vanidad por su triunfo sobre el PSOE, por su sometimiento del PSOE, por su domado, limpia, ocupación y jibarización del PSOE, no puede resistir la tentación de ponerse de ejemplo y publica un Manual de resistencia, atributo de élites morales. La historia seguiría con el hinchado recordando que no sabe redactar una frase con subordinada y contratando a una negra blanca, sin anonimato. Algo absurdo, pero el placer de presentar tal obra con su nombre en portada es una tentación irresistible. Solo comparable a abofetear en público a los vencidos. Cabrían muchos otros elementos de veracidad en la leyenda de la maldición del Peugeot. O tópicos: quien me vio ahí me sabe mortal. Y tal.
Pero sería mentira. No hay maldición. Solo ha pringado Koldo. Ábalos se está saliendo con la suya después de que el Zeus de Tetuán lanzara cinco huracanes sobre él. Ojo con Ábalos. Puede que su horizonte sea penal, pero las probabilidades son las mismas para Illa, Marlaska, Armengol y Torres. A una mala, en el Supremo nos vemos todos. Eso es exactamente lo que Ábalos les está diciendo a los frustrados oficiadores de su sacrificio. Y lo ha hecho con más inteligencia de la que se gastan quienes iban a usarlo como víctima propiciatoria. Ha sido en lo de Alsina, una entrevista para guardar. El chivo se revuelve, se hace toro, recuerda que es hijo de torero, rescata esencias inefables y se crece en el castigo más que el toro: parar, templar y mandar. Si José Luis no fuese amigo del riesgo no habría apostado por Pedro en 2017.
La lucha entre el PSOE –exoesqueleto del frágil presidente del Gobierno– y Ábalos, un solo hombre al desnudo, tiene tintes shakespeareanos, y la única razón de que esto no sea evidente es la baja estofa intelectual y moral de Sánchez. Con Ábalos, como ya señalé aquí para disgusto de mentes reacias a lo real, a la psicología y a Dostoyevski, se equivocan casi todos. Es por la voz. Pintarlo como Torrente es de una ingenuidad extraordinaria. Escuchen lo de Alsina, insisto. No dice nada que no sea cierto; cuando se trata de opiniones, son atendibles; cuando se refiere a compañeros por su nombre, muestra respeto; subraya su lealtad al partido. Y sin embargo, su larga intervención amenaza seriamente a Sánchez y a los que se apresuraron a usarlo de cortafuegos. La amenaza es doblemente espeluznante al no poder demostrarse en ninguna de sus frases. La otrora mano derecha de Sánchez puede extender en cualquier momento su índice acusatorio, ponerse a señalar y desatar la destrucción mutua asegurada. Pero si prefieres seguir creyendo que Ábalos es corto porque los personajes solo pueden ser buenos, guapos y listos, o bien malos, feos y tontos, cómprate un tebeo, colega.