Fundado en 1910
VertebralMariona Gumpert

Contrabandistas católicos

Los socialistas y palmeros pretenden erigirse en sexadores de noticias: cierta, falsa, bulo, mentira, no nos conviene, ¡verdad-verdadera, España prospera!

Actualizada 01:30

La ventaja que tiene haber estudiado Historia es que se acaba aprendiendo que la realidad siempre supera a la ficción. Lo cual no tiene mucho sentido: parecería entonces que, en literatura, sólo admitimos lo más cotidiano y anodino, o el género fantástico. En el cine cambia la cosa: en las comedias románticas o de aventuras sabemos de antemano que hay topos que se repiten de forma inevitable. Es más, deseamos que sucedan, lo exigimos. El héroe tiene que salvarse en el último momento, y las películas de enamorados siempre tienen final feliz, con una gran puesta en escena de último minuto: ¡Detengan ese avión, en él va el amor de mi vida!

Quizá ahí radica el problema a la hora de interpretar la realidad: creemos que los grandes acontecimientos suceden de repente y con grandes golpes de efecto, e ignoramos el caldo de cultivo previo que se ha ido fraguando con los años. Entonces vienen las sorpresas. Ayer escuché a un señor de mi edad, culto, buena persona, licenciado en filología hispánica y profesor de instituto, comentar que prefería un presidente pueril y enrabietado a su alternativa política. Ahora es cuando debería sacar a relucir por qué la lucha por el relato –la tan mencionada batalla cultural– no es una moda más, sino un elemento clave en teoría política. Podría ilustrarla enumerando las formas en las que se ha cultivado en España, pero ya aburre. Todo se resume en el complejo de los partidos de centroderecha a ser llamados fachas, esos líderes que se decantan una y otra vez por la «paz social» conseguida a través de la puñetera gestión y la bonanza económica.

Al final va a ser mentira que los votantes de derecha son gente rancia que va a misa; de otra manera, habrían aprendido aquello de que no sólo de pan vive el hombre. Para quien se haya olvidado de qué más vive el hombre (o para el que haya pensado que de mujeres y fútbol), recordaré que necesita de toda palabra que sale de la boca de Dios. En este contexto, Dios puede ser Dios, o dios. A falta del primero, su lugar lo ocupan las ideologías. Y, al igual que con la fe del converso, de las ideas políticas transmutadas en creencias religiosas se debe advertir: ¡cuidado! o ¡huid, insensatos!

Ante quien dijo «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» se pronunció el juez último, con un «Quid est veritas?», arrojando la Verdad a quienes creían poseerla. El PSOE va más allá que Pilatos, el otrora triunfante relativismo es hace tiempo de perdedores. Los socialistas y palmeros pretenden erigirse en sexadores de noticias: cierta, falsa, bulo, mentira, no nos conviene, ¡verdad-verdadera, España prospera! El Debate tiene el honor de ser la primera cabecera sobre la que se blande la espada de Damocles. Fue tan risible el primer tuit contra nuestro director que no pude evitar imaginarme a Bieito Rubido responder a los ofendiditos del PSOE con un «¿Pero de qué se nos acusa? Saben bien lo que somos, los propagandistas católicos: en nuestra barca no hay oro ni espadas (tan solo copas y bastos)».

Las chanzas se acaban, sin embargo, cuando la reacción del PP ante el giro tenebroso de Sánchez es tenderle ¡de nuevo! la mano: ¿qué es eso de ofrecer a los socialistas el revisar la figura del cónyuge del presidente? ¿Estos son los que nos van a salvar de quienes quieren acabar con el derecho a la información y a la libertad de expresión, con el poder judicial? Lo peor es desconocer el porqué de ese movimiento de Feijóo: ¿son bobos hasta decir bastante o es una muestra más del «entre bomberos no nos pisamos la manguera»? Y a este PP le tiene miedo el citado profesor de instituto, y media España con él.

Mis conocimientos de historia son más que decentes, pero, a pesar de todo, me sigue pareciendo surrealista esta situación que vivimos. Quizá por aquello que decía Tolstoi: «Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera». Cuesta descodificar esta infelicidad concreta que vivimos (aunque una idea nos hacemos, mirando a Hispanoamérica). Mientras tanto, si me dicen ahora que en unos meses nos convertiremos en los contrabandistas –de información– católicos no me sorprenderé en absoluto.

comentarios
tracking