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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Por qué se calla Begoña?

Con el panorama que tiene encima por sus andanzas, lo más probable es que sea por miedo a meter la zueca e incriminarse todavía más

Actualizada 16:58

Para encontrar un caso tan célebre de mudez voluntaria como el de Begoña Gómez probablemente haya que remontarse a Harpo Marx, nacido en Nueva York en 1888 bajo el nombre de Adolph.

Sus padres eran inmigrantes judíos europeos, ella una alemana de familia de la farándula y él, un sastre alsaciano. Adolph, el segundo vástago de la familia, fue un desastre en la escuela, que abandonó a los ocho años. Enseguida se enroló con Chico y Groucho en un espectáculo itinerante de vodevil. Mientras sus hermanos se caracterizaban por su descacharrante verborrea, Harpo se fue especializando en el mimo, la pantomima y la música. Hasta que dejó de hablar por completo, creando así el personaje que se haría inmortal en las siempre jóvenes comedias de los Hermanos Marx.

En su vida privada, Harpo poseía una voz agradable, suave, bien modulada. Entonces, ¿Por qué dejó de hablar en escena? La explicación es muy sencilla y la ofreció su hermano Groucho, hablando por una vez en serio: Harpo tenía mala memoria y le costaba horrores recordar los diálogos.

Ahora tenemos a toda España pendiente de otro personaje que ha optado por la mudez como forma de transitar con éxito por la vida pública. Se trata de Begoña Gómez, que por segunda vez se ha quedado sin voz en el juzgado. ¿Por qué calla Begoña?

–Una posibilidad es que le ocurra como a Harpo y sea incapaz de recordar los guiones que le escriben, en este caso su abogado –un exministro del PSOE– y los asesores monclovitas. Con una participación estelar en el equipo defensor del mismísimo Líder Providencial, pues relajado en una entrevista-masaje en la casa amiga de La Sexta, al letrado se le ha escapado contar que cuando preparaba la vista con la acusada apareció el mismísimo Peter abriendo una puerta palaciega. Es lógico, pues el caso Begoña es en realidad el Caso Sánchez. Los desafueros que se le achacan a ella solo son posibles con su complicidad desde su cargo.

Resumen: el abogado y los fontaneros monclovitas la verían muy capaz de meter la zueca ante el juez, pues es nerviosilla e insegura, y acabar auto incriminándose. Así que con el visto bueno de Mi Persona le han ordenado callarse.

–Segunda posibilidad: las pruebas son tan abrumadoras que los Sánchez callan sabedores de que se si ve el caso punto por punto no hay defensa posible. Mejor chitón, dejar que pase el tiempo, y a una mala, siempre quedarán las televisiones de la propaganda orwelliana y Pumpido con la goma de borrar penas del TC-PSOE.

–Un tercer punto de vista es el oficial, el del Gobierno y el aparato político y mediático del sanchismo. Begoña tiene que callar porque la pobre, desvalida y acosada mujer –protegida por doce furgonas de la poli de Marlaska en su no declaración– desconoce de qué se le acusa. «No sabe ni siquiera sobre qué tendría que declarar», lamentaba quejumbroso el bueno de Bolaños. Además el pérfido tribunal del malévolo juez Peinado no ofrece las debidas garantías, según ha argumentado su abogado, fiscal por oposición y exministro del Interior, quien ahora, por una lealtad partidista de naturaleza casi canina, no tiene reparos en poner a parir a un juez sin esgrimir prueba alguna. Es notable que Bolaños, tan inteligente que hasta es capaz de hacerse cada mañana un perfecto despeinado de peluquería bote de espuma en mano, no sea capaz de entender algo bien simple: Begoña, querido Félix, está acusada de tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Así de sencillo.

Los Sánchez callan porque no hay manera de que puedan mostrarse limpios, al menos políticamente, cuando le han regalado a una señora sin título una cátedra en la Complutense, cuando la susodicha enchufó a su vez a sus amigotes para que trincasen contratos públicos de su marido y cuando fue tan torpe que puso a su nombre un software que –oh prodigio– le habían regalado por su cara bonita varias multinacionales.

La fiesta se completa con la tocata y fuga del maestro ruso David Azagra y con la gran mascletá del caso Ábalos, que todavía está por llegar y será estruendosa.

El año pasado los Sánchez Gómez veranearon en Marrakech. Este agosto los veo escondidos allá por Ulán Bator. Como cerca…

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