Nenúfares de porcelana
Los especialistas en retransmisiones deportivas en las que compite cualquier selección de España, superan con creces en cursilería a los nenúfares de porcelana. O eso, que sería el mal menor, o que cumplen las órdenes de sus jefes de TVE para intentar omitir la españolidad de nuestras diferentes selecciones
La jovencísima y atractiva séptima esposa del veterano multimillonario caribeño, reunió a sus mejores amigas en su casa de Madrid. Entre sus mejores amigas, algunas optaban a sucederla y convertirse en la octava mujer del adinerado cosmopolita. Hablaban de colecciones. Una de ellas tenía la colección completa de baúles de Louis Vuitton. –Hemos tenido que construir una nave en nuestra finca de Toledo, porque en casa no cabían tantos baúles–. Otra de las amigas, muy bondadosa ella, reconoció el valor anímico de su mejor colección:
–Colecciono amor, paz y amistades–, y fue muy celebrada su revelación, emocionante fuera de cualquier duda. La más cursi de todas, que optó pocos años atrás al preciado galardón de «Miss Albacete» y casó con un rico terrateniente de su provincia, confesó con orgullo el contenido de su colección favorita: –Mi colección más querida es la de nenúfares de porcelana. Me paso horas y horas contemplándola, y gracias a ella, tengo fe y esperanza en el futuro de la humanidad–. –¿ Cuántos nenúfares tienes?–, le preguntó la peor intencionada de las amigas. –Una treintena, más o menos, y la que más me agrada, es de Limoges–. La coleccionista de nenúfares no había aprendido aún que, en la llamada y siempre relativa alta sociedad, hay dos verbos prohibidos. Agradar y enojar. A nadie le agrada nada y nadie tiene el mal gusto de enojarse.
Los especialistas en retransmisiones deportivas en las que compite cualquier selección de España, superan con creces en cursilería a los nenúfares de porcelana. O eso, que sería el mal menor, o que cumplen las órdenes de sus jefes de TVE para intentar omitir la españolidad de nuestras diferentes selecciones. En el fútbol, la selección de España, ya sea la masculina como la femenina, es La Roja. Antonio Naranjo ya se ha ocupado con su habitual brillantez en este periódico del asunto. Creo que existe una doble intención con «La Roja». En la selección de fútbol femenina, ese mote puede ser más acertado, porque quitando a cuatro o cinco futbolistas que no se meten en asuntos políticos y LGTBIQ, el resto de ellas está en la pomada. En la selección masculina, lo de «La Roja» no sienta bien, y en Chile, aún peor. «La Roja» desde que se inventó el fútbol, ha sido siempre la selección nacional de Chile. Pero la cursilería o el intento de desnaturalización de nuestras selecciones no se detienen ahí. A la selección nacional masculina de balonmano, se denomina a sus componentes «Los hispanos». Es decir, según la Real Academia Española. «Pertenecientes o relativos a Hispania. Español. Pertenecientes o relativos a las naciones de Hispanoamérica. Pertenecientes o relativos a la población de origen hispanoamericano que vive en los Estados Unidos de América. Persona de ese origen que vive en los Estados Unidos de América».
Todo eso. Y encima, pierden. Como a las seleccionadas de España en balonmano femenino, dichas «las guerreras», universal cursilería. Me recreaba en esas trampas tan majaderas para omitir la españolidad de nuestras selecciones, cuando leí que, la selección nacional femenina de hockey sobre hierba, es conocida por los corresponsales de «El Mundo» como la selección de las «redstike». El «stike» es el palo de madera con el que los que juegan al hockey sobre hierba o sobre patines utilizan para golpear la bola. De ahí el invento glorioso. Las «redstike» vestían de blanco en sus últimos encuentros. Pero hay que meter el «red», lo rojo, como sea.
Estos Juegos Olímpicos han nacido con un escándalo. Lo de nuestros comentaristas y periodistas no constituye nada escandaloso. Es simplemente, una cursilería, que deja a los nenúfares de porcelana inmersos en los objetos dotados de la mayor sencillez.
España y selecciones españolas, nenúfares del periodismo deportivo.