La decencia
Tendrá que soportar dos horas viendo cómo la decencia y el servicio desfilan ante el número Uno. Él uno con minúscula, el 'unito' ya no es nada. Un acorralado peligroso, pero nada más. Después del Rey, el único número uno que queda es Rafael Nadal
Tenía decidido escribir del uno, nuestro honrado presidente del Gobierno, su honrada familia, sus honrados ministros, y sus honrados socios y sostenedores, desde los honrados terroristas de la ETA a los honrados torturadores de Caracas, La Habana o los narco- guerrilleros con domicilio eventual en Bogotá. Pero tanta honradez me empalaga, y aprovechando que hoy es el 12 de octubre, Fiesta Nacional, Día del Pilar —Patrona de la Guardia Civil—, Día de la Hispanidad, y que va a tener lugar un desfile de nuestras Fuerzas Armadas y Guardia Civil presidido por el Rey, renuncio a la honradez de nuestro número uno, —así le dicen en su entorno—, y me apresuro a ocuparme de la decencia, de la honestidad, de la vocación de servicio, del señorío, el patriotismo, el compañerismo de quienes van a representar a lo mejor de España pisando y sobrevolando el tramo que separa el Paseo del Prado, a la altura del Jardín Botánico, de la Plaza de Colón, presidido — lo repito—, por el Uno de verdad, que es el Rey y no el desdichado ser que insiste en seguir presidiendo el Gobierno de la Corrupción, con mayúscula.
El Uno a pocos metros del uno, la mayúscula junto a la minúscula, la ovación al lado del abucheo. Un presidente del Gobierno que no tiene cuajo para soportar los piropos de la ciudadanía, y que no entiende que una sociedad robada, angustiada de impuestos, herida por el terrorismo perdonado y el separatismo enriquecido a costa de los demás, no es propensa a recibir al culpable número uno con alegría, bravos y lisonjas. Más aún, cuando no se sabe qué más se sabrá desde que escribo el presente texto hasta que se publique mañana en El Debate. Porque, cuando empiezan a ser publicados los nombres y apellidos de los presumibles delincuentes, se abren las puertas de las cárceles, y se intuye el desconcierto y la vergüenza en algunos de los que rodean al uno, todo puede suceder. De lo que estoy seguro, es que mientras los soldados de España desfilen y saluden al Uno de verdad, felices de su decencia, de jugarse la vida y la comodidad por servir a todos los españoles a cambio de un sueldo ridículo, el uno de mentira, si aún vergüenza le queda, que lo dudo, tendría que abandonar voluntariamente la tribuna y retomar los árboles de La Moncloa con miradas de despedida, porque su permanencia en el poder es insostenible.
Los fantasmas de Delcy, de Begoña, de Ábalos, de Koldo, de Aldama, de los beneficiados de Air Europa y del África Center, del bien escondido Barrabés —¿Qué hace Barrabés en el Consejo de Administración del Banco de Santander y quién le apoya en su seno?—, de Chapote, de Anboto, de Puigdemont… ¿sigo?, le impiden permanecer ni un minuto más presidiendo el Gobierno de España. Sucede que para esta gentuza que se mueve y enriquece a la sombra del uno con minúscula, se agarra al poder como si la gobernación fuera un negocio, no un servicio, y prefieren perder el respeto al servicio que la delicia del negocio, del dinero público robado, regalado a los amigos o utilizado en beneficio de quienes más han despreciado, herido y sangrado a España en los últimos años. El servicio y la decencia pasan ante el Uno con mayúscula, y el negocio y la corrupción no sienten ni el más mínimo retoque de arrepentimiento.
Pero queda prensa libre, y una institución benemérita que, en la mayoría de sus miembros, el honor es su divisa, y unos jueces independientes que no se dejan atemorizar por los fiscales pringados, los magistrados del Constitucional al servicio del partido del deshonor y los chanchullos, y mantienen la esperanza del final de este período, el más vergonzoso, cutre, y ladrón de la breve historia de nuestra democracia.
Tendrá que soportar dos horas viendo cómo la decencia y el servicio desfilan ante el número Uno. Él uno con minúscula, el 'unito' ya no es nada. Un acorralado peligroso, pero nada más. Después del Rey, el único número uno que queda es Rafael Nadal.
¡Rafa, a la tribuna!