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HorizonteRamón Pérez-Maura

Volver a casa por Navidad

La fiesta del Nacimiento de Cristo es, indirectamente, la fiesta de la Sagrada Familia -que en realidad se celebra el próximo domingo. Y cada familia tiene en la Navidad que celebramos hoy la más íntima de las celebraciones

Actualizada 01:30

Tengo muy marcado en mis recuerdos que mi padre decía que hasta que mis abuelos murieron en 1972 -con dos meses y medio de diferencia entre ellos- él seguía considerando que la casa de sus padres era «su casa». Él ya llevaba más de una década casado, tenía cinco hijos y había pasado por diferentes domicilios. Pero el piso del Muelle de Santander donde vivían mis abuelos seguía siendo para mi padre, «su casa».

En 1975 mis padres se compraron la casa que sigue siendo la de mi madre tras morir mi padre hace más de treinta años. Y es, por tanto, la casa en la que yo pasé la mayor parte de mi infancia y adolescencia hasta que me fui a estudiar lejos de Santander con la excepción del COU, el último curso escolar de mi época, que cursé aquí en el Colegio de los Hermanos de Lasalle.

La vida me ha alejado de Santander y aunque sigo pasando unos días de verano, los mejores, en casa de mi madre, mi vida apenas está aquí donde me encuentra este día de Navidad. Pero es por eso por lo que la Nochebuena y la Navidad son tan importantes para mí. Volver a la gran casa de mi infancia, con su jardín mirando a la bahía de Santander, con el maravilloso Nacimiento al que mi madre dedica tanto trabajo. El mismo Nacimiento desde que mis hermanos y yo éramos niños de pantalón corto e íbamos a buscar el musgo que cuando llego ahora esta perfectamente puesto. El mismo Misterio y los mismo Magos de Oriente asomándose al mismo portal de Belén armado con corteza de árbol. El Misterio ante el que anoche, un año más, cantamos «El Tamborilero» con la voz de Raphael dominando las nuestras. Y la misma chimenea crepitando en el salón con los nietos en torno a su abuela -este año no tantos. Y siempre el discurso del Rey. Aunque en ocasiones costara mantener el silencio de los más pequeños.

Cuando yo era más pequeño solíamos ir a Misa de Gallo a casa de mi tía Carmina, que estaba en silla de ruedas y tenía un oratorio en su casa al que venía a oficiar un sacerdote, don Zacarías. Después de morir ella todavía íbamos a Misa de Gallo enfrente de su casa al Colegio de las Esclavas -en el que estudiaron mi madre y mi hermana- pero con el tiempo hemos optado por la Misa de Navidad el 25 por la mañana. Y como fin de la fiesta, la comida hoy, juntos entorno a mi madre todos los que hemos acudido a Santander en este día.

Y ¿por qué esto me parece relevante? Porque la fiesta del Nacimiento de Cristo es, indirectamente, la fiesta de la Sagrada Familia -que en realidad se celebra el próximo domingo. Y cada familia tiene en la Navidad que celebramos hoy la más íntima de las celebraciones. Como es muy lógico, las familias crecen y se disgregan. Es ley de vida. Pero para mí, el haber podido pasar, un año más, la Navidad en casa de mi madre es la mayor felicidad que puedo tener y doy por ello gracias a Dios.

Les deseo una Santa y feliz Navidad a todos los que hayan tenido la paciencia de leer estas líneas. Y a los que no, también.

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