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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

¡Viva el consumo!

El estallido de luces, tiendas, puestecillos, tenderetes, villancicos en los establecimientos y extraordinaria liberalidad en los regalos es un bien se mire como se mire

Actualizada 01:30

He visto que todos los diarios convencionales traían estos días redacciones —no puedo llamarlas columnas— contra el consumismo en Navidad. En los jesuitas hacíamos eso en el sesenta y ocho. O sea, a mis siete años. Y en el sesenta y nueve, y en el setenta. Hacia el setenta y cuatro, a mis trece, la vuelta al tema obligado ya suscitaba un cierto cachondeo. Y resulta que en el 2024 hay que pagar por leer redacciones de supuestos columnistas puretas a quienes treinta o cuarenta años de profesión, más los que pasarían asimismo en sus respectivos colegios con el recurrente asunto, no les ha dado que pensar. Ni uno solo ha aprovechado para, qué sé yo, darle la vuelta.

Enseguida lo vamos a hacer, no sin antes subrayar la paradoja de que todo ese anhelo de unas Navidades de puro recogimiento espiritual lo manifiestan sujetos que, por otra parte, no pueden dejar más clara su distancia del cristianismo. Eso en el mejor de los casos. En el peor, buscan herir a los creyentes, como la divulgadora de historia de la SER que abroncó a Felipe VI por reclamarse de la estirpe de Isabel la Católica. Corre por ahí una entrevista en la que, muy ocurrente, afirma la tipa que si lees la Biblia te haces ateo a la segunda página. Todo entre risas estultas de un público capaz de asistir a lo de Buenafuente a cambio de un bocadillo (igual ni eso). Lo que se conoce como una vida intensa.

Y ahora, a darle la vuelta. El estallido de luces, tiendas, puestecillos, tenderetes, villancicos en los establecimientos y extraordinaria liberalidad en los regalos es un bien se mire como se mire. Esos altos picos de consumo estacional dan vida a los comercios capaces de sobreponerse a la persecución nacional contra la microempresa, la pequeña empresa, la mediana empresa y la gran empresa. La única empresa que les parece bien a los socialistas es la falsa, la sociedad sin actividad que de repente te factura varios millones gracias a un ministro o a un presidente autonómico. La única actividad mercantil que a los socialistas y su guarnición comunista no les parece sospechosa es la que se presenta como si fuera altruista: tráfico de seres humanos so capa de humanitarismo; retirada de tutelas a los padres (con eventual abuso de los cuidadores) para enriquecimiento de turbios chiringuitos; puntos violeta, o como se llamen, encargados a la amante de la responsable de cosas feministas. En fin, ese tipo de negocios.

Pero todos miran mal a la gallina legal y aventurera de los huevazos de oro. Porque para crear empresas en este ambiente confiscatorio en lo fiscal y hostil en lo social hay que ser un héroe. Y esas compras que denuestan los pesaditos cada Navidad son el alimento de muchos, la máquina de la riqueza que gira, los puestos de trabajo que se conservan o crean. El único bienestar digno, que es el ganado con el sudor de tu frente.

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