Transgresiones
He visto aquella gala de fin de año en la que Sabrina Salerno enseñó su teta a toda España mucho antes de Janet Jackson hiciera lo mismo en una final de la Superbowl
A veces me siento tan distante de las polémicas de la España de Sánchez, como el replicante de Blade Runner cuando está a punto de morir. Yo también he visto cosas que no creeríais y que sí resultaron transgresoras en su tiempo. He visto aquella gala de fin de año en la que Sabrina Salerno enseñó su teta a toda España mucho antes de Janet Jackson hiciera lo mismo en una final de la Superbowl. Transgresora fue aquella parodia que Javier Gurruchaga hizo de una entrevista realizada por Victoria Prego a Felipe González. Gurruchaga exageraba todos los gestos de la añorada Victoria, mientras que al presidente le encarnaba un enano que hablaba francés mientras se fumaba un puro. Un delirio. Incluso resultó transgresor el especial del fin de año de José Mota de hace una década, cuando salieron a relucir la abdicación de Juan Carlos, el estado libre asociado de los independentistas, la crisis económica, el entierro de la clase media, las tarjetas black o el futuro de las pensiones; hasta el Pequeño Nicolás tuvo su obligada mención. Cualquier comparación de aquel catálogo de ferocidades bienhumoradas con el guion que nos ofreció Mota esta última noche de fin de año solo conduce a la melancolía; y no porque el cómico haya perdido su talento, sino porque no se ha atrevido a mofarse de un poder que ofrece sobrados argumentos para la crítica y el cachondeo.
De Lalachus, qué quieren que les diga, me produce una pereza horrorosa. No hay nada más manido que el anticlericalismo cutre y nada más antiguo que el concepto de pareja cómica con gordito chistoso incorporado. Pajares y Esteso hicieron de esa fórmula todo un clásico que Broncano y Lalachus interpretan ahora de nuevo. Comprendo que haya gente que se ría con sus gracias, como hace treinta años se reían con los originales, pero de ahí a justificarlo como una transgresión cultural media todo un abismo.
Salvo contadísimas excepciones, la industria cultural, el mundo del espectáculo y buena parte del periodismo solo encuentran inspiración y son transgresores cuando se trata de hacer escarnio de la derecha, pero ante los escándalos y abusos que protagoniza la izquierda todo se vuelve comprensión y pleitesía. Estoy segura de que esta Nochevieja hubiera sido mucho más divertida y rompedora si hubiéramos visto bromas y sketches sobre las andanzas de Koldo, las amigas de Ábalos, la rocambolesca fuga de Puigdemont este verano, la escala de Delcy en Barajas o incluso sobre el momento en que el presidente enamorado se puso a escribir su carta de renuncia fake. Por mucho menos se han hecho hasta películas con Bárcenas de protagonista.
Lo mismo podemos decir de los fastos antifranquistas que vamos a inaugurar esta semana. Recibiremos lecciones de democracia de un presidente que habla de «su» fiscal general o de su voluntad de gobernar sin contar con el parlamento. Peor aún es que quien nos invita a esta campaña contra un dictador muerto hace medio siglo, sea el principal aliado en Europa de un dictador vivo y feroz como es Nicolás Maduro. No en vano, el mejor momento del especial de Mota, el más transgresor, fue cuando rescató a Zapatero como el malo de las películas de Indiana Jones. En su caso, no como un nazi, sino como el gran aliado de Maduro.