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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Si quieres memoria, recuerda algo que sea verdad

Las ignorantes mentecillas que ha producido la Educación en Valores y sin Conocimientos no están preparadas para recibir de golpe la verdad sobre la relación de Franco con Juan Carlos I y con la monarquía

Actualizada 01:30

Al ministro de Memoria Democrática y de Todo lo Presunto es difícil darle conversación. Espero que no cometan la torpeza de colocarlo en el avión del Rey. El cruce podría ser embarazoso:

—Fíjese que a mi padre lo proclaman Rey de España a los dos días de eso que usted celebra, o cuya celebración usted encabeza con una memoria democrática tremenda. Yo era un niño, pero recuerdo que mi padre pronunció palabras entrañables sobre el finado. Luego, por supuesto, hizo lo que tenía que hacer para que España fuera una democracia homologable, con su Constitución y todas sus libertades. El jefe del Estado ya era él, tal como Franco había deseado y ordenado, junto con la lealtad. La misma lealtad que a él le habían guardado. ¿Sabe usted que en cuanto mi padre pudo organizarse con Suárez tuvimos libertad de expresión? ¡Libertad de expresión en España! ¡Libertad de expresión en Europa! Parece mentira. Eran otros tiempos. En realidad, sin libertad de expresión no se consideraba que un país fuera democrático.

Claro que Felipe VI jamás pronunciaría las palabras que mi libertad creativa le ha atribuido a modo de ficción. Pero de ficción realista. O sea, el Rey no dirá nada de eso, pero todo lo que contiene el párrafo anterior es cierto en el terreno fáctico. Son varias las razones por las que estas verdades no saldrán de la real boca. Aventuro algunas: el Rey nunca dice nada que llame a confusión; el Rey ya no suele hablar de su padre más que con gestos de afecto que dicen cuanto hay que decir; las ignorantes mentecillas que ha producido la Educación en Valores y sin Conocimientos no están preparadas para recibir de golpe la verdad sobre la relación de Franco con Juan Carlos I y con la monarquía; el Rey escucha más que habla y pregunta más que afirma, a diferencia de lo que hace mi fugaz personaje, mero soporte literario de verdades históricas. Verdades con suficiente fuerza para descartar la participación del hijo de Juan Carlos I en ninguna fiesta que celebre la muerte de Franco con medio siglo de retraso. Ni en ningún otro acto sobre Franco, por cierto, sea del signo que sea.

La enorme cantidad de gente que afirma haber brindado el 20 de noviembre de 1975, por lo general, miente. Por lo que hace a Madrid, todo el mundo estaba de luto; las colas para presentar emocionados respetos eran interminables. El mes anterior las masas habían llenado la Plaza de Oriente. Se equivocará poco quien siga esta regla: los antifranquistas de cuando Franco son ahora contrarios a los cincuenta actos sobre Franco, repudian las medallas que se cuelgan quienes nada hicieron contra la dictadura y engrosan las filas liberales o conservadoras. Cuando se está con la libertad se está siempre, chavales.

—Ángel Víctor, ahora que vamos a Auschwitz, ¿sabes que el franquismo salvó a sesenta mil judíos?

—Señor… —una gota de sudor atravesó el crispado rostro del canario.

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