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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

No se atrevería ni Goebbels, ¡sin complejos!

Asombra que Sánchez, que no lo pudo hacer peor ante la covid, tenga el cuajo de montarle una cacería a Ayuso sobre la pandemia cinco años después

Actualizada 16:01

El Gobierno —o No Gobierno, porque no hace nada—está inmerso en dos campañas para desviar la atención de los escándalos que cercan a Sánchez: «Mazón dimisión» y «Ayuso, la genocida de las residencias» (con programación especial en TVE incluida).

Ni Goebbels se atrevería a montar una campaña de propaganda como la que está armando Moncloa al hilo del quinto aniversario de la pandemia. Supone una osadía pasmosa que un Gobierno que no dio pie con bola, que nos mintió, que nos encerró inconstitucionalmente y mostró una atroz falta de humanidad, se ponga ahora al frente de la manifestación. Hay que recordarlo:

— El 31 de enero de 2020, Estados Unidos cerró sus aeropuertos a todos los viajeros llegados de China y poco después media Lombardía italiana fue confinada. Pero el Gobierno de Sánchez no se daba por enterado. La covid era una anécdota a sus efectos.

— El 16 de febrero, cuando el virus ya corría por todos el país, el nefasto Fernando Simón nos garantizaba que «en España ya no hay casos y no ha habido transmisión local». O era un incompetente absoluto, o era un mentiroso patológico.

— La brillante vicepresidenta Nadia Calviño nos adelantaba a comienzos de marzo que los efectos sobre la economía serían «poco significativos». Resultado: la mayor toña del PIB de toda la OCDE.

— El 4 de marzo de 2020, solo diez días antes del estado de alarma, Simón no veía motivos para cerrar colegios o evitar aglomeraciones.

— El que por entonces se hacía llamar «Gobierno bonito» alentaba la manifestación feminista del 8M, porque importaba más la propaganda de la causa que las vidas de los españoles.

— Salvador Illa, el ministro de Sanidad, era lego en la materia que tenía asignada. Había sido colocado en el Gobierno para negociar con los separatistas catalanes. Al estar casi todo transferido, Sanidad parecía un ministerio florero. Sánchez pensaba que con una cartera vacía de contenido, Illa podría dedicarse a masajear a Junqueras, su auténtica misión. Cuando llegó la crisis, Illa mostró tanta flema como incompetencia.

— España fue uno de los países punteros que más tardó en proteger con material profiláctico a sus sanitarios y a su población, hasta el extremo de que la biblia progre, The New York Times, apodó a los médicos y enfermeras españoles como «los kamikazes».

— Las cifras de muertos se manipularon desde el principio hasta el fin. Ni siquiera hoy conocemos el dato real.

— Sánchez se resistió a declarar el luto, pues temía que contradijese la versión oficial triunfalista. Mostró una insensibilidad atroz, como todo su Gobierno, ante la muerte de miles de españoles. No hubo un solo gesto de humanidad y empatía y solo efectuó una visita de 20 minutos a un hospital durante la crisis. Solo Margarita Robles estuvo a la altura, homenajeando a los fallecidos en la morgue del Palacio de Hielo y rezando por ellos.

— Sánchez pasó directamente del «Estado de inopia» al «Estado de alarma», decretando un encierro inconstitucional que le valdría dos condenas del TC. Tras encerrarnos, el Gobierno okupó la tele, con constantes emisiones propagandísticas. Sánchez elegía el horario estelar para unos inagotables «Aló Presidente» a lo Chávez. Allí no contestaba a lo que se preguntaba y Moncloa daba la palabra a medios residuales para que las grandes cabeceras de derechas no pudiesen hacer preguntas críticas.

— El Gobierno invocaba constantemente un «comité de expertos», dando a entender que lo asesoraban grandes eminencias científicas, como si contase con Fleming, Koch y Pasteur revividos. Todo era mentira. No existía tal comité, como confesaría de tapadillo Illa en el Parlmento en una sesión celebrada en el despiste del verano.

— El 19 de marzo, Iglesias Turrión, el vicepresidente más gandul de nuestra historia, anunció pomposamente en rueda de prensa que se hacía cargo del drama de las residencias de ancianos. Hasta hoy. Nunca más se supo.

— El 28 de abril, Sánchez presume de que somos el octavo país de la OCDE que hace más test de la covid. Otra mentira. La OCDE nos había situado el día anterior en el puesto 17 entre sus miembros.

— Sánchez se jacta de que, según un informe del centro de referencia, la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, España es el quinto país del mundo que efectúa más test. La Johns Hopkins lo desmiente y comunica que no existe tal informe. Hasta la CNN, izquierdista, se hace eco del bulo del presidente español. Preguntado por su mentira por un periodista extranjero, Sánchez responde impertérrito: «Los números están ahí». Un mentiroso profesional.

— El 4 de julio de 2020, para animar el voto al PSOE ante las elecciones gallegas y vascas, Sánchez da al virus por «derrotado» e invita a «disfrutar de la nueva normalidad». Una imprudencia, pues llegarán todavía varias olas muy letales. Da igual. Cuando ve que repunta el virus, decide traspasar la gestión de la pandemia a las comunidades autónomas y se va de vacaciones al palacete de La Mareta, en Lanzarote.

— En los días en los que nos está pidiendo que no viajemos, el fatídico Fernando Simón es pillado de excursión surfera en Portugal.

— El Gobierno no pinta nada en las vacunas, compradas por la UE y aplicadas por los servicios de las comunidades autónomas. Pero Sánchez se pone la medalla de la vacunación, cuando toda su contribución consistió en colocar en las cajas una pegata de «Gobierno de España».

— Cuando un grupo de vecinos de un barrio caro de Madrid deciden salir a la calle a las tardes para protestar pacíficamente contra un encierro abusivo y una mala gestión, Marlaska despliega unos medios policiales excesivos y desproporcionados. El Gobierno persigue a esos vecinos como si fuesen unos peligrosísimos delincuentes, porque está prohibido contradecir el discurso triunfalista.

—Corruptos socialistas participaron en una trama de mordidas para lucrarse del material sanitari mientras morían miles de españoles. Ocurrió en el ministerio de Ábalos, por entonces el hombre fuerte de Sánchez.

Miles de españoles se despidieron en la puerta de sus casas de un familiar que decidió acercarse al hospital al sentirse indispuesto y al que ya no volvieron a ver, hasta el día en que la Administración les entregó sus cenizas. Se vivieron situaciones dolororísimas y el Gobierno no estuvo a la altura, ni siquiera en el homenaje a los fallecidos, que consistió en una ceremonia hortera tipo new age, porque en el sanchismo no había lugar para un funeral de Estado católico, siendo el credo de la mayoría de los españoles.

Fue una gestión espantosa y no debemos olvidarlo, ni tolerar que nos tomen el pelo tapando sus miserias con la —enésima— cacería contra Ayuso, cuya gestión pudo ser mejorable, como todas, pero que desde luego estuvo bastante mejor que el recital de ineptitud de Sánchez, Illa y Simón.

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