Hoy hace un año
¿De verdad hay alguien entre sus más afectos que le siga creyendo una víctima? ¿Puede ni el más cegado creer que ella no se aprovechó de su condición de consorte para hacer negocios?
Hoy, 16 de abril, hace un año. Reconozco que yo no me enteré, pero tampoco creo que vaya en demérito mío porque ni la protagonista principal del gran escándalo que marca nuestra vida pública se enteró de lo que le estaba ocurriendo. Hoy hace un año desde que el juez Peinado abrió unas diligencias previas que provocaron días después que Pedro Sánchez hiciera, una vez más, lo nunca visto en una democracia occidental. Se encerró en su casa un rato. No dimitió ni convocó elecciones, que es lo que se hace cuando se tiene un problema como que empapelen a la mujer del presidente. Se fue un largo rato, cinco días, para crear un relato victimista. ¿De verdad hay alguien entre sus más afectos que le siga creyendo una víctima? ¿Puede ni el más cegado creer que ella no se aprovechó de su condición de consorte para hacer negocios? (Algo que tampoco habíamos visto en nuestra democracia, afortunadamente). Oigo a gente de buen criterio que son cuestiones menores, probablemente feas, pero no delictivas. Yo todavía quiero que un juez me diga que registrar a tu nombre las patentes que han donado a la «cátedra» que te ha regalado la Complutense y grandes multinacionales —Google, Indra y Telefónica, dos de ellas controladas hoy por el Gobierno— no es un delito de apropiación indebida cuando menos. Por valor de varios cientos de miles de euros.
Un año después de que arrancase este infierno judicial para Sánchez, las cosas han evolucionado mucho. Entonces se investigaba a Begoña Gómez por tráfico de influencias y corrupción en los negocios en relación con su amistad con Juan Carlos Barrabés y Air Europa. El caso de Barrabés se lo llevó la Fiscalía Europea y el de Air Europa toma vuelo estos días con el último informe de la UCO y cómo Aldama dijo a Hidalgo que había que pedir ayuda a Begoña.
Esto, como todo lo que ocurre en torno a Pedro Sánchez, lo que sucede por primera vez en nuestra historia, es gravísimo. Pero ocurre que no es más que otra historia de los aconteceres gravísimos a los que hemos llegado por voluntad personal del presidente. Dentro de mes y medio Sánchez cumplirá siete años en el poder. Medio año más de los que estuvo en el poder Mariano Rajoy. Y en este tiempo es responsable de perpetrar, entre otros, los siguientes hechos indecentes —cuando no delitos flagrantes. Amnistiar a Carles Puigdemont violando la Constitución. Llevar al Tribunal Constitucional a una composición cuyo objetivo es subvertir la Carta Magna de 1978. En la misma línea, indultar a los golpistas de octubre de 2017. Y menos mal que seguimos teniendo un Supremo independiente y profesional que se resiste a la prevaricación del TC. No por casualidad, el fiscal general del Estado que Sánchez ha colocado a sus órdenes está imputado. Todo ello es parte de la degeneración de nuestra democracia. No sé si hace falta recordar la intervención del Constitucional como tribunal de casación para rebajar las penas del gigantesco escándalo de los ERE, la mayor corrupción institucionalizada de nuestra historia, algo que acabará llevando a España al Tribunal de Justicia de la Unión Europea y veremos si Cándido Conde-Pumpido no acaba condenado. Y luego tenemos el escándalo de las putas que hemos pagado con nuestros impuestos a Ábalos y Koldo. Esto no es una cuestión de moralidad, que se puede quedar para cada uno. Es una cuestión de ética. Me están robando. Están dando un uso impropio —y delictivo— a mi dinero.
Y al caso del hermano del presidente, al que tantas páginas hemos dedicado en El Debate, no le dedicaré ni un minuto más porque no es más que otro ejemplo de cómo el sanchismo se manifiesta propietario del Reino de España.
Pero lo más grave de todo esto no es la profunda corrupción que campa por sus respetos en el Gobierno de la nación. Lo que es profundamente desasosegante es ver que hay un porcentaje elevadísimo de españoles que siguen prefiriendo a este Gobierno frente a una alternativa razonable de PP y Vox. Y dato no menor, que hay españoles que sin votar al PSOE ni a nadie de su entorno, no tienen inconveniente en seguir haciendo negocios con el entorno empresarial del que va tomando control Sánchez.
Ésta es nuestra triste realidad a día de hoy.