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Editorial

Votar al PNV o al PSOE es darle una victoria a ETA

Si Bildu gana o gobierna el separatismo en el País Vasco, el drama para toda España se intensificará como nunca

Actualizada 01:30

El domingo se celebran unas elecciones decisivas en el País Vasco, marcadas por una circunstancia inédita, incomprensible y tristísima: existen serias posibilidades de que el partido más votado sea Bildu, la heredera de Batasuna, pese a negarse a condenar el terrorismo, rechazar la denominación de ETA como banda terrorista y compartir plenamente sus objetivos.

Ese historial se remata con la evidencia de que, sean quienes sea su candidato y su disfraz electoral, las marcas hegemónicas en la coalición formal son Arnaldo Otegi y Sortu. Esto es, el líder histórico del partido ilegalizado por su conexión con ETA, condenado él mismo por secuestro, y las siglas que mantienen los mismos postulados e integran en sus órganos de dirección al último jefe de la siniestra banda responsable de mil asesinatos, miles de heridos y decenas de miles de exiliados.

Que un engendro así puede lograr la victoria solo se explica por una combinación de factores, a cuál más lamentable. Desde luego, por la indiferencia o desmemoria de una parte del pueblo vasco, cuya complicidad con el horror, al menos anímica, se demuestra por su fidelidad a la marca que más lo justificó: una vez calladas las armas, premiar en las urnas a quienes las esgrimieron física o simbólicamente en lugar de a quienes las sufrieron a un coste insoportable, retrata a esos votantes y explica incluso por qué ETA existió.

Pero hace falta algo más, y eso lo han aportado el PNV y el PSOE. Porque la ceremonia de blanqueamiento del universo etarra no hubiera sido posible sin la participación, cuando no el impulso, de dos formaciones que ahora pagan un alto precio electoral por ello, sin duda, pero uno aún peor en términos morales y éticos.

Batasuna, con cualquiera de sus máscaras, sería un partido marginal o inexistente si el nacionalismo vasco y el socialismo en general no la hubiera habilitado por necesidades coyunturales que sepultan, bajo una capa de ignominia, principios estructurales.

Pedro Sánchez, muy particularmente, es culpable directo de la rehabilitación gratuita y con premio de Bildu, a quien le debe investiduras y presupuestos, logrados a cambio de concesiones indecentes: desde la liberación de terroristas por la puerta de atrás hasta la entrega de Navarra, pasando por la redacción pactada de una Ley de Memoria Democrática que en la práctica casi equipara a las víctimas del terrorismo con sus verdugos, al concederle la autoría de un relato falso sobre los años de plomo y sangre.

Si el PSOE ha borrado la memoria del horror, ¿cómo pedirle a una parte de la sociedad vasca que la recuerde y proceda electoralmente en consecuencia? El propio líder socialista, en otro de sus alardes de indecencia, ha refrendado su disposición a mantener los pactos con Bildu, que es una manera eufemística de confesar que seguirá aguantando sus chantajes mientras los necesite para mantenerse en la Presidencia.

Que legitime a un partido filoetarra mientras levanta un muro abyecto contra el PP y Vox agrava su apuesta y define su proyecto político: criminalizar la alternativa para, a la vez, intentar adecentar sus alianzas más espurias.

Todo ello se agravará el lunes si el evidente vaciado del censo electoral vasco, huérfano de tantos miles de personas que huyeron del horror y ya no votan allí, permite una alianza entre los dos partidos separatistas o de cualquiera de ellos con el PSOE, convertido ya en una penosa muleta de los movimientos más supremacistas y excluyentes de Europa, tanto en el País Vasco como en Cataluña.

Y si además de agudizarse la deriva antisistema de la comunidad vasca se intensifica la extorsión al Gobierno central, intervenido por fuerzas incompatibles con la idea constitucional de España, el destrozo será ya insoportable.

Solo hay un antídoto, pues: votar a formaciones claramente dispuestas a defender la España del 78, la de la Constitución y las autonomías. Todo lo demás, desgraciadamente, equivale a darle a ETA una victoria repugnante. En el País Vasco y en España. Nadie puede engañarse ya pensando que el PNV o el PSOE son un freno de eso: son su peor acelerador.

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