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Editorial

La división favorece al PSOE y al separatismo

El sondeo de El Debate consolida una amplia victoria del PP pero refleja el riesgo de no ser suficiente

Actualizada 17:28

El PP ganaría hoy unas Elecciones Generales con una amplísima victoria, un porcentaje cercano al 35 por ciento y un número de escaños de hasta 150: un resultado abrumador, objetivamente, en un escenario de proliferación de siglas que solo es determinante, en realidad, por el aprovechamiento espurio que el PSOE de Pedro Sánchez hace de la aritmética parlamentaria.

Consistente, en síntesis, en comprarse los apoyos que no le dan las urnas con las más insólitas concesiones, casi todo ellas incompatibles con lo que cabe esperar de un presidente del Gobierno.

Es esa codicia del líder socialista la que convierte a partidos menores, con aspiraciones antisistema e inconstitucionales, en elementos decisivos sin serlo. Y lo que potencia aspiraciones y consolida concesiones que, además de ser contrarias a la ley, suponen una agresión a la abrumadora mayoría de españoles, rehenes involuntarios de un proyecto destructivo avalado por las necesidades de un PSOE dañino.

Porque los 150 diputados del PP, que no llegan a la mayoría absoluta, deberían ser suficientes en un entorno donde los socialistas se aplicaran lo que el propio Sánchez negocia y asume en Europa o incluso acuerda en España con los populares en asuntos clave como la renovación del Poder Judicial. Pero quiebra, por su ambición irresponsable, cuando se trata de investir a un presidente y conformar un Gobierno.

La certeza de que repetirá la fórmula suicida hoy en vigor, con una alianza bochornosa con el populismo y el separatismo a la vez, cohesionada en exclusiva por la delirante idea de que cada parte logrará sus objetivos aunque todos sean incompatibles con un proyecto común positivo para España; es la mayor amenaza para un cambio sensato en la orientación y prioridades del país.

Porque, al no contar con el sentido común que cabría esperar de un partido de Estado, algo que el PSOE ya no es, el gran resultado del PP reflejado por el sondeo de Target Point para El Debate podría ser insuficiente: ni sumando a VOX, con un pacto natural por mucho que lo estigmatice la izquierda y lo ensombrezca la agria competición preelectoral que libran ambos partidos, darían fácilmente los números.

Incluso con la participación de esa incógnita que es «Se acabó la fiesta», el personalísimo proyecto de Alvise Pérez sustentado en una suerte de populismo de derechas nacido de la rabia, no está garantizado que el bloque opuesto al gallinero gobernante consiguiera relevarlo.

La fractura del voto en el espectro liberal y conservador beneficia involuntariamente a la izquierda radical y al independentismo: aunque no sea ésa la intención, es la consecuencia.

Lo que unido a la falta de escrúpulos de Sánchez, capaz de aliarse con los enemigos declarados del país que gobierna para alimentar, además, sus objetivos más perversos, amenaza las opciones de un cambio que es urgente.

Solo los votantes pueden evitar eso, concentrando el voto en las opciones que por sí solas o en compañía están en condiciones de lograrlo: Madrid, Galicia o Andalucía son buenos ejemplos de la estabilidad política que deriva de amplísimas victorias del PP. Castilla y León, Murcia o la Comunidad Valenciana, de cómo llegar a esa meta con acuerdos razonables entre los populares y VOX.

Pero esa foto puede anularse en el conjunto de España si, en unas Elecciones Generales, acaban en la papelera de determinadas circunscripciones miles de votos que no se traducen en escaños para sus receptores y facilitan que el PSOE, Junts o ERC se asignen diputados que no se asignarían de haberse concentrado el voto en torno a un único partido.

Allí se daría la paradoja, ya vista el pasado 23 de julio, de que los votantes más encorajinados con el socialismo, el comunísimo o el nacionalismo ceden diputados sin querer a los partidos que representan esas perniciosas ideas y facilitan, a continuación, que se pongan de acuerdo para conservar y repartirse el poder, a cualquier precio.

Ante esa evidencia, cabe esperar y pedir al PP y a VOX que hagan una inteligente lectura y encuentren las fórmulas adecuadas para no potenciar aquello que quieren relevar: su preocupación por España, que sin duda comparten, no puede subordinarse a sus intereses personales.

Porque sería lamentable que un PSOE instalado en la derrota, pese a mantener un 30% de apoyo por el estrepitoso hundimiento de su muleta populista, se llame Sumar o Podemos, volviera a salir indemne de las urnas y siguiera gobernando con un separatismo al alza y con nuevos chantajes destructivos sobre la mesa que Sánchez, sin duda, asumirá.

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