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editorial

Sánchez se entrega a Bildu

La inadmisible sumisión del presidente a Otegi permite que un terrorista dicte las normas de comportamiento a los Cuerpos de Seguridad

Actualizada 11:57

Quienes tuvieran dudas sobre la existencia de pactos secretos del PSOE con Bildu, la versión edulcorada a duras penas de Batasuna, las habrá perdido definitivamente al constatar la última bellaquería que la demuestra: aceptar que Arnaldo Otegi dicte la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana para adaptarla a sus caprichos, necesidades y delirios.

Que un partido incapaz de condenar el horror de ETA y encabezado por un terrorista regule la manera de comportarse de los Cuerpos de Seguridad del Estado es una indecencia histórica que Pedro Sánchez acata, con obediencia, para garantizarse su propia supervivencia y el respaldo abertzale a su deplorable «Plan de regeneración democrática», el eufemismo con el que pretende controlar a la prensa crítica.

Bildu se caracteriza por albergar en sus filas a sicarios reales o sentimentales de la banda que asesinaba a policías, guardias civiles y militares por defender a la sociedad española; siempre ha puesto entre sus prioridades expulsar a esos cuerpos del País Vasco o Navarra y nunca ha mostrado el más mínimo respeto por su función o eficacia, presentando a sus representantes como unos burdos represores y torturadores por sistema.

Que el Gobierno haga suyo el discurso de Bildu hacia la primera fila de defensa de la ciudadanía es abyecto, traiciona la memoria de las víctimas y demuestra que, en el viaje de lograr sus objetivos personalísimos y liberticidas, Sánchez siempre está dispuesto a pagar con los valores más sagrados.

El nuevo acuerdo es, en realidad, la continuación de los pactos que hicieron a Sánchez presidente en 2018 y lo mantienen en el poder en 2024, y forman parte de una hoja de ruta escondida a los españoles, pero fácil de seguir por la vía de los hechos consumados.

El binomio entre el PSOE y Bildu está detrás de investiduras y Presupuestos, de reformas legales, de traslados de terroristas como paso previo a su liberación y del obsceno reparto de poder en Navarra y Pamplona entre ambas formaciones, coronado vergonzosamente con la hermandad de ambos para impulsar leyes como la de Memoria Democrática que aspira a equiparar las víctimas del terror con sus verdugos o la de Seguridad Ciudadana, que criminaliza de antemano a los garantes de la libertad.

Sánchez es irrecuperable desde el mismo instante en que aceptó compensar la falta de apoyo electoral de los ciudadanos con acuerdos aritméticos sustentados en un intercambio obsceno de favores e intereses, y no en un proyecto común conocido y positivo.

Y el epílogo de esa degradación insoportable es aceptar que una diputada conocida por escribir las biografías de los jefes de ETA y pergeñar las portadas más inhumanas del periódico que promocionaba el terrorismo, el ínclito Egin, comparezcan en el Congreso para humillar a los Cuerpos de Seguridad y darles instrucciones.

La fechoría no puede quedar impune y, por ello, es de desear que las movilizaciones anunciadas por las asociaciones y sindicatos de la Policía Nacional y la Guardia Civil cuenten con la participación y complicidad de la sociedad española en su conjunto, vejada por un presidente sin escrúpulos, memoria y líneas rojas.

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