José Antonio Primo de Rivera, un desconocido
Se enfrentaba al caos republicano sin demasiadas ideas pero con convicción y gallardía en la postura; no hacía falta más
Cuando una persona se convierte en mito pierde sus rasgos característicos para vestirse únicamente con los que le atribuye la masa que lo puso en un pedestal.
Con el cabeza de la familia Primo de Rivera ha ocurrido eso una vez más. Se trata de un linaje distinguido en la milicia durante más de un siglo con acciones en las luchas por la independencia americana, guerras carlistas, y marroquíes que, súbitamente, se volvió político con Miguel que instauró la «dictablanda».
El primogénito, José Antonio, mudó armas por derecho y ultimados sus estudios abrió despacho jurídico en Madrid. Tenía buena planta, una cabeza lúcida y enorme atractivo personal; intelectualmente orteguiano, usaba una oratoria electrizante y sentía rencor por Alfonso XIII a quien acusaba haber desamparado a su padre.
Ante el desorden, persecución religiosa y cotidianos sucesos de la segunda República, el ya marqués de Estella por fallecimiento de don Miguel, fundó el año 1933 la Falange Española en un acto público acompañado del militar Julio Ruiz de Alda, famoso por su vuelo a Buenos Aires con el hidroavión Plus Ultra y el catedrático de Derecho Civil Alfonso García Valdecasas. El nuevo partido tenía una ideología sensiblemente socialista y una actitud cercana al patriotismo histórico del fascio italiano. Se enfrentaba al caos republicano sin demasiadas ideas pero con convicción y gallardía en la postura, no hacía falta más.
Mi padre, el marqués de La Eliseda, que lo conocía desde niño aunque con una diferencia de edad que no permitía ser amigos de infancia, siguió su estela, fue secretario de la Falange y a su nombre figuraba la sede del partido en la calle Marqués de Riscal. Ellos dos constituían toda la representación parlamentaria.
Y aquí viene la anécdota que deseaba contar porque, a mi juicio, refleja el auténtico carácter de José Antonio.
En una sesión de las Cortes un diputado insultó a Miguel Primo de Rivera y su primogénito, con perfecto dominio de sí mismo le preguntó a mi padre, sentado a su lado: «¿No te parece que debía hacer una demostración pública de indignación atacando físicamente a este sujeto?» Ante la contestación afirmativa, saltó de su escaño y abalanzándose sobre su contrario le propinó un contundente mamporro.
En su momento se definió esa actuación como una muestra del carácter impulsivo del fundador de la Falange Española que casaba perfectamente con «los puños y pistolas» con que se oponía al Gobierno republicano, pero como se ha visto fue un acto razonado e incluso consultado.
José Antonio, por su formación y forma de ser, hubiera encajado mucho mejor instituyendo la Ceda y Gil Robles, educado por un padre tradicionalista, era más adecuado para fundar la Falange. Opuestos ambos al desorden caótico y persecuciones de la segunda República, hubiera sido más conforme a la personalidad de cada uno que se hubieran cambiados los papeles, pero la Historia brinda esas contradicciones.
Quizás torció el ánimo de José Antonio, suscitando nuevos rencores y resentimientos, que el duque de Villahermosa se opusiera radicalmente a la boda de su primogénita y heredera con el marqués de Estella y Grande de España, por la tirria e inquina que sentía por su padre el dictador.
Una nueva versión de la nariz de Cleopatra y los efectos que se producen en el Historia por actos que parecen ajenos.
- Marqués de Laserna es correspondiente de la R.A. de la Historia