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En primera líneaEl marqués de Laserna

Estado del bienestar

La salud está asegurada y no hay nubes en el futuro, qué menos que en compensación el Estado omnipotente no tenga traba alguna; legisle por decreto; con el Ejecutivo fundido con el Legislativo, el Judicial se pliegue a sus deseos; intervenga en cómo debe hablarse; se inmiscuya en la vida familiar y decida cuántos y cuáles son los sexos

Actualizada 01:30

Los ya tataranietos de la Revolución francesa no olvidan lo útil que ha sido para sus intereses utilizar palabras modificando aspectos o incluso conceptos para vestir a sus gobiernos; últimamente han inventado el Estado del bienestar como lema del Estado moderno. Con esa fórmula reducen las obligaciones de los gobernantes a dar confort a sus gobernados.

Es

Lu Tolstova

Ese bienestar tan cacareado se circunscribe a dos apartados: sanidad general y pensiones futuras, pagados ambos por los contribuyentes pero sin consultarles sobre su diseño ni administración. A cambio de goces y seguridades, se exige hacerse cargo de todo, también de nuestra independencia e incluso dignidad.

Uno de los utensilios más eficaces lo constituyen los ordenadores de bolsillo que se iniciaron como teléfonos. Con ellos se tiene información aunque sin garantía de veracidad, se dispone de una comunicación constante y se mantiene al ciudadano controlado y dependiente de su pantalla, olvidado de cualquier impulso propio.

Invito a mis lectores, si los hubiera, a que comprueben lo anterior en cualquier viaje en metro o autobús: verán a la mayor parte de los viajeros sumidos en sus móviles y ninguno con la prensa en las manos y no digamos un libro.

A la infancia y juventud se las educa en la facilidad y se las prepara para una vida en la que priva la competencia, perdonándolas cualquier esfuerzo. El aforismo de que una imagen dice más que mil palabras, se ha convertido en norma: la imagen es la diosa universal que todo lo rige, y un cómodo medio de entretener sin que la persona tenga que aportar nada; con esta postura la lectura queda primero postergada para ser abandonada de inmediato.

Pero el vocablo bienestar es tan sugerente… borra todas las preocupaciones y hace soñar con el pai-pai sumido en una hamaca colgada entre dos palmeras: la realidad es que la sanidad es excelente y las pensiones están en el alero por la bajísima natalidad.

La salud está asegurada y no hay nubes en el futuro, qué menos que en compensación el Estado omnipotente no tenga traba alguna; legisle por decreto; con el Ejecutivo fundido con el Legislativo, el Judicial se pliegue a sus deseos; intervenga en cómo debe hablarse; se inmiscuya en la vida familiar y decida cuántos y cuáles son los sexos. Además eduque ¡faltaría menos! A los escasos hijos que no son de sus padres pues pertenecen al Estado.

Tristemente, los sufridos contribuyentes (ya no son ni siquiera ciudadanos) acaban perdiendo toda iniciativa, se habitúan a que la Administración es responsable de su vida, a ella acuden para subsidios y ayudas, renuncian a mejorar si supone esfuerzo y terminan por desear una vida gris siempre que sea fácil. Es el fin de los emprendedores, de los trabajadores, de los imaginativos y de quienes creen en el ingenio y en el afán como palancas para mejorar.

Sobre el desprecio que supone a la dignidad de los humanos convertidos en números en vez de almas, el resultado es que el Estado ha ocupado la vida de los ciudadanos, amparado en que Él resuelve las dificultades y problemas futuros. Los ciudadanos sólo tienen que pagar los impuestos y si estos crecen todo sea por el sacrosanto bienestar.

  • El marqués de Laserna, Íñigo Moreno de Arteaga, es Académico de Honor de la Real Academia de la Historia
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