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TribunaCarlos de Urquijo

¿Oigo patria tu aflicción?

Ojalá para una mayoría de españoles, republicanos o monárquicos, España nos siga, si no doliendo, al menos preocupando

Actualizada 01:30

Desde hace más de diez años, los que fuimos delegados del Gobierno con Mariano Rajoy mantenemos un chat en el que comentamos todo tipo de cuestiones, también en ocasiones la actualidad política. Con motivo de la constitución de las nuevas Cortes Generales y la elección de la presidenta y los miembros de la Mesa del Congreso, que no anticipa nada bueno, uno de estos amigos respondió con tristeza a uno de mis comentarios con la siguiente pregunta: «¿Crees que a la gente le importa España?».

A la vista del resultado electoral y de la probable continuidad de Pedro Sánchez al frente del Gobierno, parece que España nos importa poco. No digo que los problemas que tenemos los españoles, que no son tan distintos a los de otras sociedades –desempleo, sanidad, acceso a la vivienda etc.– no nos preocupen y se trabaje por solucionarlos, lo que afirmo es que España como nación, su unidad y su futuro, no preocupa en exceso.

El triste final del siglo XIX con la pérdida de nuestras últimas provincias de ultramar, impulsó un movimiento preocupado por la decadencia de España y dispuesto a ponerle solución, el regeneracionismo. Este movimiento fue acompañado en ocasiones del pesimismo de algunos autores de la generación del 98 –«Me ahogo en este albañal y me duele España» escribió Unamuno tras su cese como vicerrector de la universidad de Salamanca en el comienzo de la dictadura de Primo de Rivera–.

Ilustración: bandera de españa lluvia

Paula Andrade

Quiero decir con esto que la pregunta de si nos importa España parece consustancial a cada generación, pero no por ello es menos preocupante. A la incomprensible desafección de una parte importante de españoles sobre la integridad de nuestro territorio, se une hoy el impulso disgregador de los partidos separatistas, golpistas y herederos de ETA que, con la complicidad plena y dolosa del Gobierno de España, avanzan cada día en la destrucción de los pilares de la nación. La inconstitucional jura o promesa de muchos de los nuevos diputados, el anuncio de su presidenta de la promoción del Babel lingüístico en la Cámara, o la infame entrevista en Bruselas de la vicepresidenta del Gobierno con un delincuente para allanar la claudicación del Estado de derecho ante el golpismo, son solo un anticipo de lo que nos espera.

Por suerte, la España de hoy no sufre el odio de clase derivado de la miseria y el analfabetismo del primer tercio del siglo pasado, creo que el progreso nos salvará de un nuevo enfrentamiento civil, pero la responsabilidad de nuestros gobernantes de hoy debe ser acorde a la gravedad del momento. Lejos de reconocer derechos inexistentes y alentar el enfrentamiento azuzando la discordia y manipulando la verdad histórica, deben defender la gran nación que es España, la libertad y la prosperidad de la que gozamos gracias a nuestra Constitución y un futuro prometedor que todavía está en nuestras manos si dejamos de mirar permanentemente al retrovisor y encendemos las luces largas.

El poeta Bernardo López, revolucionario y antimonárquico, no lo olvidemos, compuso algo más de cincuenta años después del final de nuestra guerra de independencia su «Oda al dos de mayo». Muchos recordarán sus primeros versos «Oigo, patria, tu aflicción y escucho el triste concierto que forman, tocando a muerto, la campana y el cañón». Ojalá para una mayoría de españoles, republicanos o monárquicos, España nos siga, si no doliendo, al menos preocupando, de manera que tengamos el oído atento para escuchar su aflicción y ponerle remedio antes de que sea tarde.

  • Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco
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