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en primera líneaJuan Van-Halen

Elogio de la ignorancia

Una sociedad ignorante es fácilmente manipulable, presa de políticos oportunistas y multinacionales de gran consumo. Y más en la era digital. La verdad ha dejado de ser un valor; sólo importa la verdad oficial

Actualizada 01:30

El ensayista e historiador francés Alain Corbin, veterano profesor, ha escrito obras notables en las que se ocupa de sentimientos y emociones de carácter universal que, de una forma u otra, influyeron e influyen en el mundo que vivimos. Acaba de aparecer traducido al español su libro 'Terra incognita. Una historia de la ignorancia (siglos XVII-XIX)'. Reflexiona cómo la ignorancia genera curiosidad y sed de conocimiento. Considera la ignorancia desde un cierto entendimiento positivo. De ahí su título ya que ese término latino Terra incognita aparecía en los mapas antiguos como referencia a los lugares que no habían sido explorados por el hombre.

Ignorancia

Lu Tolstova

Los antiguos cartógrafos señalaban con ese nombre a los lugares ignotos rodeados de leyendas y mitos. También se referían a ellos en latín como hic sunt dracones («aquí hay dragones») y aventuraban que en tales espacios desconocidos existían criaturas fantásticas como serpientes gigantescas o peligrosas criaturas marinas. A partir de 1830 las exploraciones fueron desvelando la realidad de esas tierras hasta entonces misteriosas.

España a veces parece deficitaria en la percepción de conocimientos inteligentes, y ocurre en los ámbitos de poder. Me duele considerar elevada, con tantos ejemplos, nuestra aportación actual a la historia de la ignorancia. Recibimos en nuestros móviles, a través de las redes sociales o por cualquier otro medio de comunicación, muestras de esta ignorancia rampante que me sorprende, pero cada vez menos. Las sucesivas reformas educativas hicieron su labor; desmantelaron o abarataron el control y el premio al conocimiento, prescindieron de asignaturas emblemáticas, limitaron el humanismo, invadieron los planes formativos con contenidos de educación sexual, sobrevaloraron el género ideologizándolo, y restringieron la autoridad del profesor.

En varios sondeos recientes realizados en Madrid, se dieron respuestas sorprendentes. O no tanto. Los interrogados eran hombres y mujeres jóvenes, probablemente recién inaugurada la veintena. He aquí algunas preguntas y respuestas. ¿Quién era Martín Luther King?: 1) «Un presidente de los Estados Unidos». 2) «Un profesor inglés». 3) «Un importante actor de cine que protagonizó “Titanic». ¿Quién era Nelson Mandela?: 1) «Me suena… El inventor de la bombilla». 2) «Me quedo en blanco». ¿Quién era Mahoma?: 1) «Me suena de una montaña». 2) «Está relacionado con los indios», 3) «Es un cantante famoso, precursor del perreo, pero no le tengo en la play», ¿Quién era Isabel la Católica?: 1) «Una Reina de Inglaterra». 2) «Era muy católica». ¿Quién era Teresa de Calcuta? 1) Una Reina hija de Alfonso XII.

Respuestas a preguntas no precisamente complicadas se acercan a sondeos realizados en otras provincias. Como muestra valga lo expuesto. Son opiniones de quienes serán más pronto que tarde responsables de la continuidad del tiempo actual. No es un despiste generalizado, pero resulta preocupante la mayoritaria incultura.

Si hacemos memoria de las muestras de ignorancia de algunos de nuestros políticos quedaremos inquietos. Recordaré algunos ejemplos con recorrido mediático. Así las innumerables referencias no académicas de Sánchez y sus ministros en el uso del mal llamado idioma inclusivo con «miembros y miembras» o, más cómico, «autoridades y autoridadas». Hagamos una memoria muy parcial de ignorancias, inculturas o faltas de interés. O las tres cosas.

De la vicepresidenta primera Marisu Montero hay donde elegir, pero me quedo con: «Es como el agua y la sal, no pueden mezclarse». A la vicepresidenta Yolanda Díaz se le debe una colección de frases para llorar (de risa), y su confusión de Juana la Loca con Juana de Arco, pero me quedo con: «Vamos a adaptar las condiciones meteorológicas a los puestos de trabajo». Ernest Urtasun, ministro de Cultura, parece desconocer el colonialismo tanto como la fiesta nacional y su unión de siglos a la cultura y a sus grandes cultivadores, pero para el ministro es «sádica y despreciable». Aparte de otros gazapos, en los veinticinco años de la muerte de Gloria Fuertes, que fue mi amiga, llamó al cuarto de siglo medio lustro.

Gerardo Pisarello, secretario primero del Congreso y presidente de la Comisión de Cultura, casi nada, nos descubrió que Unamuno murió asesinado en lugar de tranquilo en su casa de Salamanca, que Carlos III coincidió con la Revolución Francesa, pero murió en 1788, un año antes, y que Carlos IV reinó a finales del siglo XIX, cuando murió en 1819. Y lo llevaba escrito. Que se matricule en la ESO a ver si tiene suerte.

Para no olvidar grandes frases ministeriales no precisamente gloriosas, recuerdo una de Carmen Calvo, pero no la del dinero público es de todos. Ésta: «El español está lleno de anglicanismos». Otra de Leire Pajín: «La entrevista entre Zapatero y Obama es un acontecimiento planetario». Y, como colofón, una cita apoteósica de Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia”: «El paro lo crean los que despiden y quienes despiden son los empresarios. Acabando con los empresarios se acaba con el paro».

La Cultura –con mayúscula– es esencial. Para que una sociedad funcione ha de tener una sólida cultura democrática basada en tolerancia mutua y contención institucional. Además, necesita una mínima cultura financiera. Saber que el gasto público lo pagamos todos (con impuestos, deuda o inflación), que el valor del dinero es el inverso del nivel de precios, o cómo afecta el tipo de interés a nuestros ahorros. Una sociedad ignorante es fácilmente manipulable, presa de políticos oportunistas y multinacionales de gran consumo. Y más en la era digital. La verdad ha dejado de ser un valor; sólo importa la verdad oficial. Orwell hecho realidad. Hasta la Historia se reescribe. El antídoto es una sociedad informada y crítica.

Ya he escrito que para Alain Corbin la ignorancia genera curiosidad y sed de conocimiento. Parecen resistirse a esa sed ciertos dirigentes políticos y no pocos jóvenes. Le doy un voto de confianza a las teorías de Corbin y elogio la ignorancia. Al fin y al cabo, hay tanta.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando
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