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En Primera LíneaJosé Manuel Otero Lastres

Generaciones coincidentes y cambio político actual

¿Se puede pensar en que todos los que sustentan al Gobierno en el poder tienen una y la misma opinión de lo que es el interés general de la ciudadanía? Respóndanse ustedes mismos

Actualizada 01:30

En su obra «En torno a Galileo (1933)», escribió Ortega y Gasset unas interesantísimas consideraciones sobre las generaciones entre las que me permito destacar las siguientes. Señala el filósofo que «el joven se encuentra con este mundo a los veinticinco años y se lanza a vivir en él, por su cuenta, esto es, a hacer también mundo. Pero como él medita sobre el mundo vigente, que es el de los hombres maduros de su tiempo, su tema, sus problemas, sus dudas son distintas de las que sintieron estos hombres maduros que en su juventud meditaron sobre los hombres maduros de su tiempo, hoy ya ancianos, y así sucesivamente hacia atrás».

Gene

Lu Tolstova

Señala también que la «comunidad de fecha» y la «comunidad espacial» son los atributos primarios de una generación. Y agrega que «en todo hoy» coexisten articuladas varias generaciones. Lo cual, teniendo en cuenta que acabé mi carrera universitaria a los veintidós años y que, desde entonces hasta hoy, he coincidido por razón de fecha y de comunidad espacial con diversas generaciones, voy a plantearme si mi generación y las inmediatamente anteriores y posteriores hemos actuado políticamente bien o nos hemos equivocado.

Jorge Manrique en la primera estrofa de las «Coplas por la Muerte de su padre» dice que «… a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado, fue mejor». Es verdad que el poeta habla de «nuestro parecer» y, por lo tanto, no obliga a aportar otros datos que lo demuestren: es lo que pensamos muchos de nosotros de lo que están haciendo las generaciones que nos siguen. Pero como se trata de ser sincero, diré que cuando comparo a mi generación con las que vinieron después he sentido en muchas ocasiones que la mía era mejor que las posteriores. Era una impresión; no me apoyaba en datos que lo certificasen, pero contrastaba lo que habían dicho los que valoraban la situación política que encontramos y en qué la nos convertimos.

Hablando, pues, políticamente el entorno en el que encuadro mi generación ¿es mejor mi generación que las que vinieron después hasta llegar a la que ostenta actualmente el poder político? Si tuviera que moverme por lo que dice el poeta, parece que sí, porque mis coetáneos son anteriores en el tiempo a las que están hoy en el poder. ¿Pero es solo por eso? ¿Sólo por ser anterior o es que hay otras razones que lo demuestren? ¿La generación que ocupa el poder ejecutivo en España maneja con más prudencia el interés general que lo que hizo con él la mía?

Mis primeros años los viví en un régimen denominado «democracia orgánica», que se convirtió en la verdadera democracia liberal, mediante la sucesión de leyes. Las leyes del franquismo fueron derogadas y dejaron paso a leyes democráticas que desembocaron en unas elecciones generales, celebradas el 15 de junio de 1977, en la que los electores escogieron a sus representantes en las Cortes Generales (Congreso de los Diputados y Senado), que elaboraron la Constitución Española de 1978.

En el discurso pronunciado por don Juan Carlos I ante las Cortes Generales el 27 de diciembre de 1978, señaló: «Importante es el paso que acabamos de dar en la evolución política que entre todos estamos llevando a cabo. Importante es la aprobación de una Ley básica como la que hoy he sancionado y que constituye el marco jurídico de nuestra vida común; pero pensemos que la ruta que nos aguarda no será cómoda ni fácil, y que, al recoger el fruto de la etapa que se cierra, debemos abrigar también la ilusión de no desfallecer en nuestro empeño, el propósito de no ceder terreno al desánimo y la seguridad de mantener el pulso necesario para sortear escollos y dificultades».

A pesar de esta advertencia de nuestro Rey, lo cierto es la generación que se ocupó enteramente del poder político a partir de 1975 tuvo dos importantísimos aciertos. El primero fue que, entre el inmovilismo de los franquistas, la ruptura preconizaba por ciertos sectores de la izquierda, y la reforma de la mayoría para construir una Constitución, los políticos eligieron la reforma política, que dio lugar a nuestra Constitución de 1978. El segundo gran éxito fueron los pactos de la Moncloa, que pusieron a España en vía de ser un país moderno y democrático con vocación de convertirse en una nación altamente desarrollada.

En los tiempos ulteriores, hubo un problema económico muy importante que fue la «crisis de las subprime» en el año 2007, originado en los EE. UU., pero que produjo importantes efectos negativos en la banca española y, consiguientemente, entre sus deudores que éramos los ciudadanos. La crisis de las subprime produjo que los dos partidos con vocación de gobierno pasaron a ser cuatro. De la derecha surgió un partido más centrado, denominado Ciudadanos, y desde la izquierda, otro intervenido por el Partido Comunista, que se llamó Podemos. De esos partidos, hay que uno que prácticamente desapareció y el otro está con importantes problemas internos para definir su verdadera configuración. Lo importante es señalar que tres de estos cuatro partidos intervinieron con notable eficiencia en la moción de censura que acabó con Mariano Rajoy y llevó al poder a los socialistas.

Pues bien, desde que está en el poder ejecutivo, el partido socialista para mantenerlo ha tenido que ir cediendo a los partidos que apoyaron su investidura cuestiones políticas que seguramente vulneran la Constitución.

En el discurso del Rey Juan Carlos I anteriormente reseñado nos advertía de que «la ruta que nos aguarda no será cómoda ni fácil» y señalaba que no cediéramos terreno al desánimo y la seguridad de mantener el pulso necesario para sortear escollos y dificultades. ¿A qué escollos aludía nuestro Rey? Probablemente se refería a las «inseguridades» que llevaba implícita nuestra Constitución. Pero había algo que no estaba en modo alguno planteado, lo que algunos llaman una especie de «renuncia» de la oposición antifranquista a haber exigido un referéndum sobre la forma política del Estado español.

Una parte de la izquierda no se planteó en 1977 que alguien pudiera poner en duda que la forma política del Estado español era la monarquía parlamentaria. En las Cortes que elaboraron la Constitución no había mayoría alguna que reclamase la república, ni siquiera alguien que planteara un referéndum alguno sobre esta cuestión. ¿Qué pasa en la política actual? Pues que el partido que ocupa el poder ejecutivo ha tenido que formar gobierno «Frankenstein» apoyado por partidos que vulneran todos ellos la forma política constitucional del Estado español. ¿Se puede pensar en que todos los que sustentan al Gobierno en el poder tienen una y la misma opinión de lo que es el interés general de la ciudadanía? Respóndanse ustedes mismos.

  • José Manuel Otero Lastres es académico numerario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España
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