El día de la patria vasca
El conocimiento de la «lengua propia» crece, desde 1991, a un ritmo del 2 por ciento cada cinco años. Vamos, que de continuar esta tónica será en torno al año 2180 cuando todos los vascos conozcamos nuestra lengua propia
Como cada domingo de Resurrección desde 1932, el PNV ha celebrado el pasado 9 de abril, en la plaza nueva de Bilbao, el «aberri eguna», en castellano «día de la patria». En aquella primera edición conmemoraron el cincuenta aniversario de la «conversión» del fundador del PNV, Sabino Arana que, abandonando el carlismo familiar, decidió volverse independentista. También buscaron con la elección del día, otorgarle un carácter simbólico, muy unido a la religiosidad de los vascos de entonces, vinculando la Resurrección de Cristo con el resurgimiento de la conciencia nacional vasca. De aquel carácter religioso y mesiánico inicial poco queda hoy en esta formación, pero eso daría para otro artículo.
La cuestión es que con motivo de esta celebración han aprobado un manifiesto en el que vuelven a reclamar con ardor el derecho a decidir; se nota el nerviosismo por la competencia electoral con EH-Bildu, y se critica además el proceso recentralizador emprendido por el Estado –deben vivir en una España muy distinta a la despedazada por Pedro Sánchez–. Pero lo más interesante llega al final de sus ocho páginas cuando abordan la cuestión del idioma y se refieren a la que denominan «lengua propia de Euskadi».
Como siempre han creído que sin una lengua distinta su invento de nación se viene abajo, llaman a «fortalecer el uso social del euskera. Debemos redoblar un esfuerzo compartido para profundizar en la lengua propia de Euskadi». Al parecer el español debe ser lengua ajena al País Vasco a pesar de lo que tercamente señalan de manera reiterada la realidad y los estudios elaborados al respecto.
La última encuesta sociolingüística realizada por el departamento de Cultura del Gobierno Vasco acaba de publicarse el pasado mes de marzo. Pues bien, tras 43 años de inmersión absoluta y centenares de millones de euros destinados a euskaldunizarnos, solo el 36 por ciento de la población se declara vascohablante, porcentaje que se reduce al 22 por ciento para los que lo emplean de manera habitual. El 62 por ciento afirma hablar únicamente en castellano. El mismo estudio vende como un gran logro el avance del conocimiento de la «lengua propia» que crece, desde 1991, a un ritmo del 2 por ciento cada cinco años. Vamos, que de continuar esta tónica será en torno al año 2180 cuando todos los vascos conozcamos nuestra lengua propia. No está mal, en dos siglos todos vascoparlantes y, cuando se les exijan las cuentas de sus tan generosas como opacas inversiones de dinero público dirán, salvando las distancias con el gran personaje histórico, lo que Gonzalo Fernández de Córdoba «picos, palas y azadones cien millones».
Sin lengua propia y sin victimismo al nacionalismo se le termina el invento. Por eso, aunque en la plaza nueva de Bilbao arenguen a sus afiliados denunciando la negación de derechos, la recentralización y la falta de libertad, en el fondo se dedican a festejar lo bien que les va. Seguro que entre los muchos bares de las inmediaciones en los que se surtieron de txakoli, talo y demás productos autóctonos, celebrarán al son de la triki-trixa los réditos que cada legislatura obtienen de los españoles. Al fin y al cabo, ya lo dijo su fundador «el bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos sencillos». Desgraciadamente, con nuestro comportamiento frente a los aprovechateguis del PNV nos empeñamos, en demasiadas ocasiones, en dar la razón al fundador de su partido.
- Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco