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TribunaGonzalo Ortiz

¿Un país abandonado a su suerte?

El conflicto en Gaza, y los ataques hutíes a la navegación comercial en el mar Rojo (que ya venía siendo patrullado por la operación Atalanta) ponen de manifiesto que Sudán es un país que no puede ser abandonado a su suerte

Actualizada 01:30

Siempre me ha parecido que es un país enigmático colocado entre dos grandes civilizaciones (la egipcia y la etíope), y un pasado lleno de nombres evocadores como Nubia, el Mahdi, Lord Kitchener, el general Charles Gordon (que pereció en el sitio de Jartum en 1889) o el encontronazo francobritánico de Fachoda en 1898. Es cuna de la civilización cusita y tiene al menos 255 pirámides.

Sudán tuvo un pasado colonial (el Sudán angloegipcio que desapareció con la independencia en enero de 1956). Segundo país de África en extensión, tras una cruenta guerra civil se ha desgajado en 2011 el Sudán del Sur, mayoritariamente cristiano y negro, del resto del país, musulmán y árabe. Pero con la división no han desaparecido los problemas. Sudán se encuentra en la parte oriental del Sahel, donde, en los últimos años, crece la inestabilidad política y militar. En esa región las Naciones Unidas o la Unión Europea mantienen misiones de adiestramiento en Mauritania, Mali y Somalia, o destacamentos en Costa de Marfil o el Senegal. Esta asistencia militar no ha conseguido evitar golpes de Estado: en los últimos tiempos en Níger, Mali, Chad o Burkina Faso. Golpes de Estado que responden a tres causas principalmente: la débil cohesión política y étnica, la presión fundamentalista islámica y unas condiciones económicas que tienden a degradarse.

En Sudán se han sucedido guerras civiles. En el marco de la primera guerra civil (1955-1972), se produce el golpe de Estado de Numeiri apoyado por los comunistas, de los que luego se fue distanciando. La segunda guerra civil que duró más de 20 años entre 1983 y 2005 tras la implantación de la ley islámica y la rebelión del Sur: casi 22 años de lucha con dos millones de muertos y 4 millones de desplazados. El conflicto de Darfur en el oeste del país se inicia en febrero de 2003 con las milicias Yahyaoui, provocado por el control de la tierra y acceso a recursos hídricos. Y una tercera guerra civil que se inició en abril de 2023 con el choque de los dos líderes militares y ha producido ya 12 mil muertos y 7 millones de desplazados.

Aparecen nombres propios de las sucesivas dictaduras: Numeiri (1969-1985), y al-Bashir (1989-2019) que controlaron férreamente el país. Tras el golpe de 2021 contra al-Bashir surgen los generales al-Burhan (que luego destituyó al primer ministro civil Hamdok) y el jefe de las fuerzas paramilitares Dagalo Hemedti. Hay al menos tres fuerzas en presencia: el ejército regular, los irregulares del SLM correspondientes a la etnia fallata asimilados por al-Burhan como su guardia pretoriana, y los paramilitares del RSF de Dagalo. El caos reina en el país, especialmente en Jartum y en la región de Darfur. Como dice la embajadora sudanesa en España, Maya Ayoub, «muchos sudaneses tienen hoy la sensación de ser refugiados en su propio país».

Sudán es un país con una maravillosa flora y fauna y una gran biodiversidad, con multitud de praderas, humedales, villas tradicionales, desiertos y zonas urbanas. Es rico en oro, que constituye una de sus principales exportaciones (tras el descubrimiento de nuevos yacimientos en 2012) pero también produce uranio, hierro, cobalto, aluminio, cobre y zinc. La mayor parte de su producción petrolera quedó del lado de Sudán del Sur, pero aún todavía el petróleo significa para Sudán el 20 % de sus ingresos por exportaciones.

¿Es Sudán un Estado fallido, como en su momento declaró el presidente Clinton? Difícil contestación, aunque lo cierto es que su debilidad despierta las apetencias de los países vecinos. Egipto es su gran vecino del norte que alberga buen número de residentes sudaneses nubios de antiguo (más de 5 millones) y los que están llegando con las últimas turbulencias (más de medio millón). Tiene vecinos en el Sahel con una tremenda fragilidad institucional. Y al otro lado del Mar Rojo están las ricas monarquías del Golfo, como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes. En la guerra civil, Egipto tiende a apoyar a las fuerzas regulares mientras Arabia Saudita y Emiratos, el líder libio Haftar y los mercenarios de Wagner apoyan el bando contrario. Rusia compra oro, y aspira a ocupar el espacio que abandona el «odiado hombre blanco». En Sudán, Rusia tiene hoy buena reputación y el ejército que originalmente había sido educado en los moldes británicos ha estado influido en los largos años de la dictadura de Al-Bashir por el aliado ruso. China compra petróleo y está dispuesta a aumentar su presencia económica como lo hace en numerosos países africanos.

Sudán, con sus 46 millones de habitantes y más de 600 grupos étnicos, es un universo de casi 2 millones de km² que alguien ha calificado como un «África en microcosmos». La sucesión casi ininterrumpida de conflictos asegura una inestabilidad que podría extenderse a los países vecinos. Como algunos observadores políticos han señalado, lo que ocurre en Sudán es una «guerra por delegación». En las últimas semanas tanto el IGAD, que agrupa los países del África Oriental, como Egipto han patrocinado iniciativas que por el momento no han dado los resultados apetecidos. El conflicto en Gaza, y los ataques hutíes a la navegación comercial en el mar Rojo (que ya venía siendo patrullado por la operación Atalanta) ponen de manifiesto que Sudán es un país que no puede ser abandonado a su suerte. Entretanto prosiguen la guerra civil (el embajador español Isidro González y la fragata Reina Sofía protagonizaron en mayo 2023 una difícil evacuación) y el desbarajuste en el país, hoy uno de los más pobres de África.

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España
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