Alejandro Carballo, el joven misionero que ayuda a construir pozos en Etiopía
No es nada sencillo construir un pozo. El agua se encuentra entre los 6 y 17 metros de profundidad. Aunque se puede excavar a mano, es necesario instalar cilindros de cemento para que no colapse. Cada pozo cuesta 980€ y lo comparten seis familias
Alejandro Carballo aterrizó en Etiopía por primera vez hace seis años. Viajaba desde Madrid como misionero, tras conocer de primera mano gracias al V.A.S. (Voluntarios por la Acción Social), sociedad de alumnos de la Universidad Francisco de Vitoria, la realidad de un país que en los últimos años ha ido cayendo paulatinamente en la miseria. Sin embargo, al empaparse de la realidad que tuvo que pero no quiso que su experiencia se redujese a un verano y empezó a colaborar con Emalikat, una ONG española que construye pozos sostenibles en las zonas más áridas del planeta.
«Lo que me gustó de este proyecto fue que, aparte de construir el pozo, les dan clase de agricultura, les regalan semillas para que puedan empezar a plantar sus huertos, y también, han construido una escuela de educación primaria y preescolar para que los niños puedan ir allí al colegio», asegura Carballo.
80 personas se benefician de cada pozo
Desde ese verano de misiones en Etiopía, Alejandro ha continuando yendo todas las Navidades, contribuyendo también en la recaudación de más de 10.000 euros.
No es nada sencillo construir un pozo. El agua se encuentra entre los 6 y 17 metros de profundidad. Aunque se puede excavar a mano, es necesario instalar cilindros de cemento para que no colapse. Cada pozo cuesta 980€ y lo comparten seis familias, es decir, 80 personas que, sin este agua, dependen completamente de la cosecha precaria que obtienen en la época de lluvias. Esta fuente supone una importante mejora de las condiciones sanitarias de la comunidad y de una mejora en el futuro de las próximas generaciones para Etiopía.
«Los hombres se dedican a ir al campo, las mujeres se dedican a la casa y los niños. Como los poblados en los que viven no tienen agua, tienen que ir a por ella a otros poblados que están lejos. Toda la mañana la dedican a ir a por agua. Una vez que les construyen a ellos un pozo en su poblado, todo ese espacio de tiempo se libera, entonces pueden ir a la escuela», cuenta este misionero español.
Una operación complicada que ya ha ayudado a más de 7.000 personas en Etiopía. Son más de 1.000 familias que aprovechan los 120 pozos excavados y que han comenzado a comerciar los productos que ellos mismos cosechan.
Un país en guerra
Desde el estallido del conflicto en la región norteña del Tigray en noviembre de 2020, el FPLT ha cortado las comunicaciones internas y externas en esta provincia donde viven más de 7 millones de personas, convirtiéndose en un pozo negro del que se sabe muy poco salvo que el hambre, la miseria, las violaciones indiscriminadas, los asesinatos por cuestión de etnia y la falta de esperanza son el pan de cada día de una población que no tiene más salida que coger su bártulos e instalarse en los países fronterizos para acabar en campos de refugiados huyendo de la guerra.
El suministro de alimentos está sometido a constantes registros y detenciones, tal y como denunciaba el pasado 10 de noviembre la ONU, donde 70 conductores contratados por Naciones Unidas y otras ONG internacionales, fueron arrestados cuando se dirigían a Afar, otras de las zonas del norte del país donde se ha expandido la violencia.
Un año de conflicto bélico
Misioneros en Etiopía: «La gente muere en la calle ante la indiferencia de los demás»
La situación en Etiopía, sufre de una problemática entre etnias que, en función de tus apellidos, del lugar en el que has nacido, puedes o no optar a un trabajo, a ayudas públicas lo que puede ser, en algunas regiones del país, la diferencia entre la vida o la muerte.
Hablamos de un Estado que hasta hace menos de tres años encabezaba el IDH de África y que ahora se ha convertido en uno de los focos calientes del mundo.