«Señor ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna»
Hoy en día no son pocos los creyentes que juzgan a Dios, se enfadan con Él o le indican cómo debería haber sido su propia vida, dándole a entender que su providencia se equivoca
Al terminar el discurso del pan de vida, en el que invita a comer su carne y beber su sangre, la mayoría de los seguidores de Jesús se escandalizan y le abandonan, pues consideran que sus palabras son realmente hirientes: nadie puede comer carne humana. Todos se van menos Simón Pedro y los apóstoles, que, ante el desconcierto que experimentan en su interior deciden quedarse con Jesús porque solo Él tiene palabras de vida eterna.
Es importante recordar que no nos define como personas lo que sentimos, lo que pensamos o incluso lo que deseamos, pues todo eso es cambiante y está sujeto a las circunstancias interiores o exteriores. Nos define realmente lo que decidimos y la fidelidad a esos compromisos a pesar que tantas veces experimentemos dudas o ganas de marcharnos del lugar o de la persona elegida para desarrollar nuestro proyecto de vida.
Creer no significa comprender, sino aceptar a Alguien que está tan por encima de nosotros que no podemos juzgarle por criterios puramente humanos. Hoy en día no son pocos los creyentes que juzgan a Dios, se enfadan con Él o le indican cómo debería haber sido su propia vida, dándole a entender que su providencia se equivoca.
No podemos olvidar que la fe no es un conjunto de recetas para que nos vaya bien en la vida, sino la adhesión irreversible a un Dios que declara que nos quiere y está dispuesto a demostrarnos cada día ese amor sin límites, no tanto solucionando nuestros problemas cuanto acompañándonos en ellos desde dentro.
Todos los creyente tuvieron sus dudas y en un momento concreto decidieron apostar por el Señor frente a otras realidades más cómodas o convincentes. Abraham abandona su tierra y su patrimonio. Moisés deja la comodidad de Egipto para guiar a un pueblo rebelde y levantisco. Son muchos los ejemplos de grandes creyentes que decidieron seguir al Señor en contra de los criterios humanos.
También a nosotros nos define lo que decidimos respecto a nuestra relación con Dios y por ende con los demás. Estamos llamados a elegir un camino que no siempre es fácil, pues Jesús nos recuerda que es la senda estrecha la que nos conduce a la salvación. Pero en esa senda nos espera Él que nos sostiene y nos comunica palabras de vida eterna que nadie en este mundo podrá jamás pronunciar.