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Un día antes de la liberación, los católicos de la isla organizaron una jornada de oración por todos los secuestrados

Los católicos de Haití han organizado una jornada de oración por los secuestrados en el paísEFE

La Iglesia católica en Haití, una luz de esperanza en medio de la crisis

​La Iglesia haitiana cuenta con diez diócesis, incluidas dos archidiócesis, que abarcan 251 parroquias y alrededor de 1.500 comunidades rurales cristianas

Haití es un país que sufre desde hace décadas la pobreza, la violencia, la inestabilidad política y los desastres naturales. La Iglesia católica, presente en este territorio desde el siglo XVI, ha sido testigo y protagonista de la historia de este pueblo, que busca afanosamente la paz y la justicia.

La Iglesia católica cuenta con diez diócesis, incluidas dos archidiócesis, que abarcan 251 parroquias y alrededor de 1.500 comunidades rurales cristianas. El clero indígena tiene alrededor de 400 sacerdotes diocesanos y 300 seminaristas. Además, hay numerosas congregaciones religiosas, tanto masculinas como femeninas, que se dedican a la educación, la salud, la pastoral social y la evangelización.

La Iglesia católica es una de las instituciones más respetadas y valoradas por la población haitiana, que es mayoritariamente cristiana. Según el censo de 2015, el 54,7 % de los habitantes se declaran católicos, el 28,5 % protestantes y el 15,4 % practican el vudú, una religión sincrética de origen africano.

La Iglesia ha sido también una voz profética que ha denunciado las injusticias y las violaciones de los derechos humanos que se cometen en el país, en los que ha alertado sobre la situación «explosiva» e insostenible que vive el país.

Los obispos haitianos han lazado la voz, uniéndose a otros sectores de la sociedad, creen que es «necesario y urgente» un apoyo efectivo a la Policía Nacional en materia de equipamiento, logística y acondicionamiento de combate, así como revisión de sueldos y personal «para contribuir a combatir el flagelo de la delincuencia y generar un clima propicio para la normalización de la vida en el país». Asimismo, observan que es hora de reconstruir las instituciones, en especial la Justicia, «para frenar la cultura de la impunidad que es la causa lógica de la perpetuación de la corrupción y la violencia en el país» para garantizar, con espíritu de pertenencia a esta tierra haitiana, un futuro mejor

Un motoclicista pasa junto a una barricada en llamas en Puerto Príncipe, a 18 de enero

Un motoclicista pasa junto a una barricada en llamas en Puerto Príncipe, a 18 de eneroAFP

La situación política actual en Haití es muy compleja y conflictiva. El país vive una crisis constitucional desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021. El primer ministro Ariel Henry, que asumió el poder sin el aval del Parlamento, ha enfrentado protestas y reclamos de la oposición, que exige la formación de un gobierno de transición y la convocatoria a elecciones libres y justas. Además, Haití sufre una grave crisis humanitaria, de seguridad y de salud, agravada por la pobreza, la violencia de las pandillas, el hambre, la escasez de combustible y el brote de cólera.

Los religiosos haitianos han expresado también su alarma ante la violencia perpetrada por los grupos armados ilegales y por quienes los financian, que «detienen la locura asesina del odio» y del «desprecio por la vida». Han exigido el cese de los secuestros, los asesinatos, las violaciones y los saqueos que siembran el terror entre la población.

La Iglesia católica ha ofrecido siempre, su servicio y su solidaridad a los más necesitados, especialmente en los momentos de mayor emergencia, como el terremoto de 2010, que causó más de 200.000 muertos, o la pandemia de Covid-19, que ha agravado la crisis sanitaria y económica del país. La Iglesia ha brindado ayuda humanitaria, atención médica, apoyo psicológico y reconstrucción de infraestructuras, gracias a la colaboración de diversas organizaciones católicas internacionales, como Cáritas, Manos Unidas, Ayuda a la Iglesia Necesitada o la Fundación Populorum Progressio.

La Iglesia en Haití es una luz de esperanza que ilumina la oscuridad de la desesperación. Es una Iglesia que, como dijo san Juan Pablo II en su visita al país en 1983, «no se cansa de proclamar el Evangelio de la liberación integral del hombre, de su dignidad, de sus derechos, de su destino eterno». Es una Iglesia que, como rezó el papa Benedicto XVI en su oración por Haití en 2010, «no pierde la fe y la esperanza, sino que se fortalece en la caridad y en la comunión».

Durante el Ángelus del domingo 21 de enero, el Papa Francisco hizo un llamamiento a la oración «por la armonía social» en el país, e instó a todos los actores nacionales e internacionales a «poner fin a la violencia en Haití», subrayando lo mucho que está causando sufrimiento a su «querido pueblo». «Sintamos la responsabilidad de rezar y construir la paz para ellos».

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