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El obispo de Canarias, José mazuelos, saluda al Papa Francisco

El obispo de Canarias, José Mazuelos, saluda al Papa FranciscoArchimadrid.org

Monseñor Mazuelos, obispo y médico: «Aceptar o no la ciencia supone convertirse en sabio o ignorante»

El obispo de Canarias señala que «sería estúpido someter a votación la ley de la gravedad o el Teorema de Pitágoras», porque «la verdad no se convierte en falsedad, ni viceversa, aunque se empeñe la opinión pública»

«Sería estúpido someter a votación la ley de la gravedad o el Teorema de Pitágoras. La ciencia estudia, constata y demuestra; aceptarla o no supone convertirse en sabio o ignorante. La verdad no se convierte en falsedad, ni viceversa, aunque se empeñe la opinión pública». Así se ha manifestado el obispo de Canarias, monseñor José Mazuelos, a propósito de la defensa de la vida humana, en un artículo publicado en el último número de la revista La Antorcha, la revista gratuita editada por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

En el texto, el actual presidente de la subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española, doctor en Medicina y que llegó a ejercer como médico de familia antes de ingresar en el seminario, plantea la importancia de generar «un humanismo cristiano integral», capaz de responder a los grandes retos que presenta la bioética, tales como el aborto, la eutanasia o la experimentación con embriones.

La contaminación del relativismo

Un debate hoy viciado de ideología, que podría responderse, en la mayoría de los casos, con la evidencia que presenta la propia ciencia sobre el origen y la dimensión de la vida humana: «El respeto a la verdad exige una ciencia que se guíe por la verdad de la racionalidad científica y filosófica. La ciencia no puede estar sometida a la opinión pública, y nadie osaría calificarla como antidemocrática, fascista o políticamente incorrecta», explica Mazuelos.

Sin embargo, el prelado denuncia que, en los actuales debates políticos en torno a cuestiones de bioética, la gran lacra es el relativismo cultural que permea las leyes. «El recurso al relativismo ha demostrado ser la táctica de quien es incapaz de dar una respuesta a la pregunta por el sentido de la vida. En el nuevo mundo, sin dogmas, o en el que el único dogma es el relativismo, según el cual, todas las opiniones son verdaderas (aunque sean contrapuestas), el gran desafío consiste en que fe y razón se encuentren», afirma.

«Abrir las fronteras del subjetivismo materialista»

Así, citando a Benedicto XVI en Caritas in Veritate, Mazuelos señala que «hoy la cuestión biotecnológica se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica. Los avances biotecnológicos lo que nos plantean es la cuestión de si el hombre es producto de sí mismo o si depende de Dios. Lo que está en juego es la aceptación de una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia.»

De ahí la importancia de «articular un humanismo abierto a la trascendencia, que obligue al hombre a abrir las fronteras del subjetivismo materialista, forjando un pensamiento nuevo y sacando nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero».

El cuerpo no es «un objeto material»

Ante el discurso irracional sobre la naturaleza humana, esgrimido tanto por la cultura woke como por la ideología de género, el obispo de Canarias anima a «realizar una llamada a la razón, para descifrar el mensaje sobre la vida que está escrito de algún modo en el corazón mismo de cada varón y mujer», y que, lejos de ser una cuestión de fe, «resuena en cada conciencia desde la misma creación, y puede ser conocido por la razón humana en sus aspectos esenciales».

Y señala que la dignidad de la persona «no es sólo una noción deducible de la afirmación bíblica, según la cual el hombre es creado 'a imagen y semejanza' del Creador», ni tampoco un mero «concepto espiritual», sino que reivindicar «la dignidad del cuerpo como sujeto, y no simplemente como objeto material, se trata de una concepción unitaria del ser humano, que han enseñado muchas corrientes de pensamiento, desde la filosofía medieval hasta nuestro tiempo».

«La vida no es algo de propiedad individual»

Así, «tenemos la obligación de reivindicar racionalmente que el respeto a la vida brota de ella misma, que se presenta como un bien personal y social», explica para La Antorcha, cuyo último número monográfico ha versado sobre la fe y la ciencia.

Y lo desgrana: «Como bien personal, toda vida humana, además de su dimensión biológica, tiene un sentido más profundo, que se desarrolla más allá de lo estrictamente material y que la convierte en el bien más valioso y apreciado de todo ser humano. Y como bien social, la vida no es algo de propiedad individual y supera el ámbito de la pertenencia, puesto que su contenido viene, en cada caso, producido y causado por algo ajeno a la propia voluntad».

Estar al lado de quien sufre

No obstante, el prelado no propone sólo «un humanismo abierto a la trascendencia», algo de carácter más bien gnóstico o panteísta, sino que recuerda la importancia de que la Iglesia reivindique y desarrolle en el espacio público «un humanismo cristiano, ya que Cristo revela el hombre al hombre», que plantee la defensa de la vida desde su concepción y hasta la muerte natural, y que también «vivifique la caridad, la solidaridad con los más débiles y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios».

«A la luz del Señor resucitado tenemos la obligación no sólo de exigir respeto a los más débiles, sino de estar cerca del que sufre fragilidad de cualquier tipo, uniéndonos a Cristo en su ser buen samaritano», explica el obispo de Canarias.

Y concluye su artículo en La Antorcha: desde la fe, «adquiere mayor énfasis y queda más reforzado el respeto que, según la razón, se le debe al individuo humano: por eso no hay contraposición entre la afirmación de la dignidad de la vida humana y el reconocimiento de su carácter sagrado».

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