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El Papa Francisco junto al primer ministro húngaro, Viktor Orbán

Francisco junto al primer ministro húngaro, Viktor Orbán en el VaticanoAFP

Los tres desafíos que hacen único el viaje del Papa a Hungría

Con la ayuda de su silla de ruedas, el Papa vuelve a subirse a un avión rumbo a Budapest, meta su viaje apostólico internacional número 41 de estos diez años de pontificado

El Papa Francisco emprende este viernes un viaje de tres días a la Hungría de Viktor Orbán para afrontar tres desafíos interconectados que marcan el actual escenario europeo: la inmigración, la guerra en Ucrania y las raíces cristianas de Europa.

A sus 86 años, el Papa deja atrás los problemas respiratorios por los que fue hospitalizado antes de Semana Santa, y con la ayuda de su silla de ruedas vuelve a subirse a un avión rumbo a Budapest, meta su viaje apostólico internacional número 41 de estos diez años de pontificado.

Raíces cristianas de Europa

Los datos estadísticos de Hungría explican por sí solos los desafíos fundamentales que afrontará el Papa en su capital.

El número de católicos y, más en general, de cristianos desciende año tras año en este país, alarmando no sólo a la Iglesia, sino también a sus gobernantes, en particular el primer ministro Viktor Orbán, de 59 años y confesión calvinista, quien siente cómo la herencia espiritual que se logró proteger durante las largas décadas del comunismo, ahora podría desaparecer dejando un profundo vacío.

Según los datos del último censo de población, el 39 % de los 9,6 millones de húngaros se considera católico, el 12 % reformados calvinistas, y el 2 % luteranos. El 18 % de la población se define como «no religioso» y el 27 % «no quiere responder». Estos dos últimos, juntos, constituyen, por tanto, una amplia mayoría.

Si el porcentaje de católicos es objetivamente bajo, hay que tener en cuenta, además, que entre ellos el 10% es practicante.

El Papa ha escogido como lema cuatro palabras impactantes: «Cristo es nuestro futuro»

Cuando Orban acogió al Papa, en 2021, le pidió que «no dejara perecer a la Hungría cristiana». Entregó al Papa un regalo muy elocuente: un facsímil de una carta que el rey del siglo XIII Bela IV envió al papa Inocencio IV pidiéndole ayuda para luchar contra los tártaros.

«Orban se ve a sí mismo como protector de la cristiandad y busca una conexión con el Papa», aclara el sacerdote Csaba Torok, jefe de prensa de la Conferencia Episcopal Católica Húngara.

Por este motivo, el Papa ha escogido como lema para su viaje apostólico cuatro palabras impactantes: Cristo es nuestro futuro.

El 30 de abril, domingo del Buen Pastor, podría marcar un hijo en la historia del cristianismo húngaro. En la plaza principal de la nación, la plaza Kossuth de Budapest, celebrará la multitudinaria misa, acto culminante de este viaje. Será una de las manifestaciones más importantes del cristianismo húngaro, que cuenta con más de mil años y que ha tenido que superar en su historia la invasión de los tártaros, la de los turcos y, por último, en el siglo XX, la dictadura comunista.

Csaba Torok, portavoz del episcopado húngaro resume en una palabra lo que los católicos de Hungría necesitan de esta visita: «esperanza». «Y, para nosotros –reconoce–, la esperanza es Cristo».

Francisco no está a favor de la inmigración salvaje

Inmigración, el tema más espinoso

Si las raíces cristianas de Europa tienden puentes entre Francisco y Orbán, la acogida de los refugiados corre el riesgo de dinamitarlos.

Hungría ha hecho un esfuerzo por acoger a los refugiados provocados por la invasión del ejército ruso en Ucrania. Millones de fugitivos ucranianos han huido a través de Hungría hacia otros países de Europa. Unos 35.000 han solicitado el estatuto de protección temporal.

Ahora bien, el trato que dispensa a los inmigrantes que proceden de Oriente Próximo y África a través de del Mediterráneo es muy diferente. Hungría ha cerrado la frontera con Serbia para evitar el paso de esos inmigrantes. Según su sistema migratorio, oficialmente los inmigrantes sin papeles son «ilegales» y, como tales, si son detenidos en su camino hacia Alemania o Austria, son sometidos a un proceso judicial y devueltos a Serbia.

Como muchas carreteras hacia Europa pasan por Hungría, hay un tráfico muy intenso de personas, pero el gobierno prefiere no verlo.

En abril del año pasado, después de que su partido, Fidesz, alcanzara en las elecciones su cuarta mayoría parlamentaria consecutiva de dos tercios, Orbán decidió emprender su primer viaje internacional de legislatura al Vaticano para visitar al Papa. Fue la oportunidad para que Francisco agradeciera la acogida que Hungría ha dispensado a los refugiados ucranianos.

Francisco no está a favor de la inmigración salvaje: considera que los inmigrantes que huyen de la pobreza deben ser acogidos e integrados, porque bajo ciertas condiciones pueden enriquecer a los países europeos, con una población menguante.

Para que el coste de la inmigración no recaiga totalmente sobre los países más expuestos a las oleadas migratorias (España, Italia, Malta, Grecia, Chipre), pide la solidaridad de la Unión Europea, algo que se ha negado a conceder Orbán, alegando que no permitirá que Hungría se transforme en un «país de inmigrantes» como, según él, se han convertido otros en Europa.

Simbólicamente, el Papa mantendrá este sábado un encuentro con refugiados en la iglesia de Santa Isabel de Hungría, un momento para manifestar su cercanía a personas necesitadas y recordar a Hungría y al mundo claves para una acogida integradora y cristiana.

Tanto el Papa como Orbán han pedido un alto el fuego

Guerra en Ucrania

Este domingo, en su encuentro con los peregrinos, el Papa consideró que se trata de un viaje «al centro de Europa, sobre la que siguen soplando gélidos vientos de guerra, mientras que los desplazamientos de tantas personas ponen en el orden del día urgentes cuestiones humanitarias».

Curiosamente, la guerra de Ucrania ha acercado a Roma con Budapest. El pasado mes de febrero, Orbán pronunció un discurso histórico para hacer balance del último año, en el que aseguró que, «en Europa, hay exclusivamente dos estados que luchan por la paz en Ucrania y estos estados son el Vaticano y Hungría».

El Vaticano, porque el Papa es «el portavoz de la paz», y Hungría, porque es el único Estado de la Unión Europea que está en contra del envío de armas a Ucrania, aunque acoge a sus refugiados.

Tanto el Papa como Orbán han pedido un alto el fuego y negociaciones para poner fin a la guerra, y Francisco ha instado a Ucrania a estar abierta al diálogo con la «agresora» Rusia.

Hungría, que apoya una Ucrania soberana, mantiene fuertes lazos económicos con Rusia, y se ha negado a enviar armas a Ucrania. El Papa, aunque ha pedido a menudo la prohibición general del tráfico de armas y la reducción de su fabricación, ha reconocido que el envío de armas a Ucrania es moralmente aceptable, en virtud del principio de la legítima defensa.

A diferencia del resto de los países occidentales, Budapest y Roma abogan por mantener contactos con Putin para permitir una salida digna a la paz y abrir puentes de diálogo entre Moscú y Kiev.

La cercanía de Budapest con Moscú y de Orban con Vladimir Putin, harán que la voz del Papa Francisco resuene en el Kremlin de manera audible este fin de semana. ¿Motivo de esperanza o esperanza de optimistas? Lo sabremos muy pronto.

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