Entrevista al padre Agnello Stoia, párroco de San Pedro
El párroco de la iglesia más importante de la cristiandad: «San Pedro no es un museo dentro de una iglesia»
En 2021 y con 54 años, el padre Agnello Stoia subió al altar de la basílica para celebrar su primera misa como párroco del templo. Desde entonces su misión es clara: tratar de hacer que los sacramentos sean mucho más accesibles
Roma, conocida como la «Ciudad Eterna», es un lugar donde la historia y la fe han perdurado a lo largo de los siglos. Esta ciudad no solo es testigo de los vestigios de un gran imperio, sino que también alberga una profunda tradición cristiana, que se remonta a los tiempos de Jesucristo. Aquí, el apóstol Pedro, el primer Papa, entregó su vida por Dios después de intentar huir por miedo a las persecuciones de Nerón. La célebre historia del Quo vadis, Domine? (¿Dónde vas Señor?) cuenta cómo Pedro, en su huida, se encontró con Jesús en la Vía Apia, quien le hizo comprender que debía regresar a Roma para enfrentar su destino. Con su martirio, Pedro selló la fundación de lo que se convertiría en el corazón de la cristiandad.
Desde entonces, los restos de San Pedro descansan en la basílica del Vaticano, la iglesia más importante del mundo y el epicentro de la fe católica. En octubre de 2021, este templo, junto con la plaza que la rodea, ha estado bajo el cuidado del padre Agnello Stoia, fraile franciscano de Salerno. En estos tres años, Fray Agnello ha asumido la responsabilidad de guiar la pastoral de la basílica, enfocándose no solo en acoger a los peregrinos, sino también en facilitar la oración y el acceso a los sacramentos, especialmente en un momento en el que los fieles de todo el mundo comienzan a regresar de cara al Jubileo que se celebrará en 2025. Pero, ¿qué implica ser el párroco de un lugar tan emblemático? Con más de tres años de experiencia en este rol, Fray Agnello nos comparte su experiencia al frente de la iglesia más reconocida de la cristiandad.
– Ser el párroco de la basílica más importante de la cristiandad debe ser imponente y, a la vez, laborioso, ¿cuál fue su objetivo desde el primer momento que asumió el cargo?
– Cuando fui llamado a ser párroco de San Pedro venía de haber vivido una experiencia muy importante. Fui pastor en Roma durante ocho años y trabajé en el consejo presbiteral. Lo que vi era que San Pedro estaba muy alejada del resto de la diócesis. Pensé que quizás el Señor me estuviera llamando a venir aquí para ayudar de alguna manera a crear vínculos entre la basílica y la ciudad de Roma.
Es por eso que inmediatamente empecé a trabajar en esto, como un objetivo a largo plazo. Pronto, por supuesto, pude asumir cuáles eran los deberes de un pastor, que consiste en santificar a los fieles a través de los sacramentos y tratar de hacer que estos sean mucho más accesibles. Desde el principio, tuve un objetivo a corto y a largo plazo.
–Cada día pasan por esta basílica 40.000 personas de las cuales muchas pueden no ser conscientes del valor espiritual que contiene para la historia de la Iglesia. ¿Cómo intenta transmitir que este lugar no es simplemente un sitio más que turistear en Roma, sino que es un templo donde la gente viene a rezar y a palpar el legado de los primeros cristianos?
–Es un signo de los tiempos. Aunque la basílica tiene una historia de mil años, el alto flujo de visitantes es un fenómeno relativamente reciente. En el pasado, nunca se había experimentado un número tan elevado de personas. Esto, en mi opinión, es algo positivo. Nuestro objetivo principal es hacer que la basílica de San Pedro se distinga cada vez más como una casa de oración y un santuario. Me gusta usar la palabra 'santuario' porque implica que este es un lugar de gracia, al que la gente acude para buscar la presencia divina. Los visitantes vienen aquí para conocer a San Pedro o encontrarse con el Papa, conscientes de que están en el corazón del cristianismo. Por lo tanto, es esencial que puedan acceder a los sacramentos de la manera más sencilla posible. Hemos facilitado esto creando una entrada especial para los que vienen a rezar, permitiéndoles evitar la larga fila de turistas que desean simplemente visitar la basílica.
Cuidando la liturgia, las misas, los cantos, etc., se percibe que San Pedro no es un museo dentro de una iglesia. Esto ha sido importante crearlo junto todo un equipo de colaboradores, comenzando primero con la voluntad del cardenal vicario Mauro Gambetti, luego, por supuesto, todo el capítulo, la parroquia y, obviamente, involucrando todas las realidades que están presentes en la basílica.
–De cara al Jubileo, la basílica tendrá un significado aún más especial por la apertura de la puerta santa, con la posibilidad de ganar la indulgencia plenaria a los peregrinos que la atraviesen, ¿han pensado en algún modo de concienciar a los fieles de este beneficio espiritual?
–Nos esforzamos por ser lo más acogedores posible mientras mantenemos ciertos puntos firmes en la basílica, como los horarios y las tradiciones espirituales. Buscamos dar respuesta a las solicitudes de las diócesis que desean celebrar eventos aquí, dedicando gran parte de nuestro esfuerzo a recibir a los peregrinos. Las peregrinaciones diocesanas de todo el mundo y la apretada agenda del dicasterio para la Evangelización refuerzan nuestra principal disposición: dar una cálida bienvenida. Hemos implementado un sistema especial para acoger a los visitantes, ya que recibimos numerosas solicitudes. En resumen, para recibir a todos, estamos trabajando para armonizar la vida de la basílica con estas peticiones. En cuanto a la formación de los peregrinos, confío en que ya vienen bien preparados, ya que, incluso con tecnologías modernas como los códigos QR, es complicado proporcionar toda la información necesaria si no es así.
También estamos trabajando mucho en el sitio web de la basílica para poder ofrecer a los peregrinos esas notas esenciales de conocimiento sobre lo que significa el Año Santo, la Puerta Santa, la indulgencia y, sobre todo, ofrecer la invitación a la conversión y el encuentro con la Misericordia, que es tan grandiosa que borra cualquier remanente de pecado que llevemos en nuestras vidas como consecuencia de nuestras elecciones, pecaminosas o incorrectas.
–La basílica de San Pedro contiene numerosos tesoros artísticos que se pueden contemplar, desde la Piedad de Miguel Ángel hasta los frescos o esculturas de Bernini. ¿Qué respondería a aquellos que pueden pensar que este templo es demasiado rico u ostentoso, que es incoherente con el mensaje de pobreza que la Iglesia enseña?
–Una vez un chico me preguntó: «Padre, ¿cuánto cuesta esta pieza de mármol?» Así que le dije: «No sé cuánto cuesta esa pieza de mármol, pero ¿sabes qué? Un musulmán nunca pregunta cuanto cuesta la belleza de la Mezquita Azul de Estambul. ¿Qué me quieres decir con esta pregunta? Si no tuvieras todo este mármol, si no hubiera todas estas obras de arte, ni siquiera habrías venido aquí».
Se dice que los Papas se equivocaron al confiar a personas como Bramante, Miguel Ángel, Rafael y los más grandes de la época una obra verdaderamente majestuosa. ¿Estaba mal este proyecto? Si eso fuera cierto, ¿por qué viene toda esta gente aquí? Si no todos vienen por san Pedro, ¿por qué vienen aquí? ¿Solo porque es un 'museo gratuito'? ¿Por qué no pagas la entrada? Sinceramente, hay muchos museos gratuitos en Roma, pero yo no pasaría 3 horas seguidas para ir a ver este en el que además no hay un espacio de sombra.
Esto es un monumento que la fe ha erigido y que despierta asombro porque, sin duda, es majestuoso, pero también muy significativo y tiene muchos contenidos. En cuanto al discurso sobre la riqueza de la Iglesia, sinceramente soy el último en poder responder porque soy un simple pastor. El Vaticano es un Estado, en primer lugar. No se puede comparar ni siquiera con una diócesis. Es un Estado y más allá de esto está el presupuesto del Estado del Vaticano que, obviamente, se publica. Entonces, si las personas quieren profundizar más sobre los gastos, pueden hacerlo indagando en internet.
Muchas personas, al entrar en la basílica, son capturadas por esta red de amor
–¿Ha conocido a algún peregrino o turista que a través de la belleza de la basílica y el cuidado que se tiene de la liturgia en los distintos oficios haya atisbado la verdad de una fe que desconocía?
–He tenido varias experiencias que me han marcado. Jesús le prometió a Pedro que sería pescador de hombres, y esa promesa sigue cumpliéndose, aunque no siempre entendamos cómo sucede. Muchas personas, al entrar en la basílica, son capturadas por esta red de amor. Todos los días bendecimos a la gente y los objetos que traen, y también recibimos a personas de otras religiones. Es un momento de encuentro muy especial, en el que sientes la emoción del otro.
Este tipo de encuentros personales, esta disponibilidad y apertura, son fecundos porque aportan una dimensión única al camino de la fe. Luego, el Señor continúa su obra; nosotros no somos maestros de la fe, solo somos instrumentos. Es necesario desencadenar procesos, como bien dijo el Papa, después Dios es el verdadero maestro de estos. Además, la experiencia de la belleza en la basílica es poderosa, porque a través de ella se comunica una belleza propiamente cristiana, no solo una belleza incorpórea, sino encarnada, donde incluso el cuerpo humano tiene su lugar. Este elemento clave se refleja en quienes la visitan.