El monstruo que amenaza al medio ambiente: cada español usa 15 kilos de toallitas al año que causan costosas averías
Las toallitas húmedas se han convertido con el paso de los años en un gran monstruo y enemigo del medio ambiente y del alcantarillado de las ciudades. Atascan las tuberías y terminan en el medio natural, infestando mares, playas o ríos. Un problema medioambiental grave que no hace más que incrementarse ante la inacción de las administraciones.
La generación de residuos sólidos urbanos supone a nivel mundial en torno a los 2.000 millones de toneladas al año, de las cuales 22 millones de toneladas se producen en España. De esta cantidad, 164.100 toneladas son residuos de productos higiénicos absorbentes. Su mal uso cuesta entre cuatro y seis euros por persona y año, una cantidad que a nivel nacional sobrepasa los 200 millones de euros.
Pero hay más datos interesantes y sorprendentes. Según un informe de SEO/Birdlife y Ecoembes, cada español consume al año más de 15 kilos de toallitas húmedas, lo que nos sitúa muy por encima de la media europea. Nuestro país es, además, el tercer productor de toallitas de Europa.
Una situación cada vez más insostenible que se evidencia no solo observando los restos de toallitas en los sistemas de alcantarillado, sino también en el medio natural. Solo en la Comunidad de Madrid se contabilizaron en torno a 36.000 toneladas de este monstruo, 6.000 más que en 2022 y la cifra más elevada desde 2018, según el Canal de Isabel II. Esto supone unas cinco bolsas de basura por cada madrileño, algo que se repite en cada región de España.
«El problema está en origen: al inodoro se tiran residuos que deberían ir al circuito ordinario», aseveró recientemente el consejero delegado de Canal, Mariano González, en una comparecencia en la Asamblea de Madrid, donde se pidió la colaboración del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) para atajar esta situación que es «cuestión de civismo».
Francisco Franco, profesor del Área de Cristalografía y Mineralogía de la Universidad de Málaga, explica que estas toallitas «llegan al mar con una gran carga microbiológica y contaminan las aguas». De igual manera, comenta que, en ocasiones, la antigüedad de los residuos provoca que incluso la vegetación, como algas filamentosas, termine creciendo sobre ellos. La culpa es, según Franco, fundamentalmente del ciudadano: «Esa toallita llega al mar por nuestra culpa y después vamos al mar y nos quejamos que el ayuntamiento de turno permite que los residuos no lleguen al mar. Si todos utilizásemos una papelera, no habría ningún problema».
Coste ambiental y económico
Transformar en yeso o carbón activo
Para tratar estos residuos, los investigadores intentan introducirlos en la fabricación de otros productos, de manera que se puedan reutilizar. Estos residuos son considerados no reciclables debido a la complejidad de sus materiales de fabricación, pues su estructura está compuesta por una capa exterior de fibras de poliéster, una capa interior de celulosa de origen vegetal y un porcentaje de poliacrilato de sodio en polvo.
Por ello, investigadores de la Escuela Técnica Superior de Edificación (ETSEM) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) estudiaron la viabilidad de incorporar residuos de productos higiénicos absorbentes –que incluyen pañales, compresas o toallitas húmedas– en materiales de construcción a base de yeso, como reemplazo de las fibras de refuerzo actualmente utilizadas, como fibras de vidrio y polímeros.
«Basándonos en los resultados que hemos obtenido, podemos afirmar que los residuos de productos higiénicos absorbentes pueden sustituir algunas materias primas de construcción», señaló Mercedes del Río, investigadora de la ETSEM UPM que participó en el estudio.
Otra solución es convertir las toallitas en carbón activo, un proceso ideado por investigadores de la Universidad de Málaga y que ha sido posible al realizar una serie de reacciones pirolíticas, que son descomposiciones químicas por calentamiento a altas temperaturas, pero en ausencia de oxígeno.
Este carbón activo resultante puede utilizarse para la depuración de bivalvos y la absorción de contaminantes y patógenos microbiológicos de las aguas. Asimismo, puede actuar como un «absorbente selectivo», captando, por ejemplo, mercurio, con lo que puede mejorar la calidad del entorno.