Jóvenes y caza
Debemos apoyar más la caza como instrumento esencial para la lucha contra el éxodo rural y, por otro lado, fomentar que un mayor número de personas pero, sobre todo, jóvenes urbanos se incorporen a esta grata y noble afición

Un joven cazador en Lugo, Galicia, (España)
En los últimos días, hemos leído con sorpresa que en un pueblo de Zamora había nacido el primer niño de los últimos 18 años. Esta anécdota forma parte de la triste realidad del campo español. En más de 1.000 pueblos no nacen niños desde 2012 o en el 30,8 por ciento del total no ha nacido ninguno en el último año. Sin duda, el envejecimiento constante de la población rural de nuestra patria es uno de los mayores problemas al que nos enfrentamos. Sin gente, sin un campo vivo, ¿quién va a labrar los campos, cuidar los rebaños, producir nuestros alimentos, apagar los fuegos, conservar el monte o gestionar a los animales silvestres?
Esta lenta y progresiva muerte del campo se ve también reflejada en el envejecimiento de los cazadores; triste realidad pues somos, precisamente nosotros, los mayores conservacionistas: repoblamos el mayor número de árboles, mantenemos el necesario equilibrio entre la fauna y la flora, alimentamos a los animales durante el verano o cuando hay nevadas, suministramos agua en los meses secos, llenamos durante la temporada baja los alojamientos rurales, evitamos daños a la agricultura, prevenimos que el incremento de accidentes con animales silvestres no alcance cifras insoportables en las carreteras o que la propagación de enfermedades se dispare, aportamos más de 6.000 millones al PIB o 190.000 empleos al campo, custodiamos a cientos de especies, algunas protegidas o vulnerables, en nuestros cotos o suministramos una carne de altísima calidad. Y, por supuesto, impulsamos un turismo cinegético nacional e internacional que es fuente de riqueza y empleo.
Frente a esta ingente labor de conservación nos enfrentamos a una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado y no nos otorga el reconocimiento que merecemos como herramienta esencial para la conservación.
Por este motivo, quiero reclamar desde este foro que todos nos tomemos en serio el gravísimo problema que la despoblación puede suponer en pocos años para España y, en concreto, que ayudemos a revertir la tendencia del envejecimiento de nuestro colectivo. Para ello debemos apoyar más la caza como instrumento esencial para la lucha contra el éxodo rural y, por otro lado, fomentar que un mayor número de personas pero, sobre todo, jóvenes urbanos se incorporen a esta grata y noble afición – mejor estarían al aire libre que no sentados en un sillón con un móvil en las manos.Impulsamos un turismo cinegético nacional e internacional que es fuente de riqueza y empleo
Sin querer ser exhaustivo quiero proponer algunas ideas que ya funcionan en algunos países europeos o en Norte América donde, por ejemplo, el número de licencias ha aumentado desde 14 millones en 2010 a 16 millones en 2024, es decir, un incremento de casi un 15 por ciento en 14 años. Para lograr este crecimiento propongo estas medidas:
· Fomentar la caza o, al menos, no atacarla en las escuelas y en los libros de texto. Promover visitas a fincas privadas y reservas públicas u organizar charlas con cazadores y guardas en los colegios.
· Relatar la verdad, lejos de prejuicios, en los medios de comunicación, evitando, entre otras cosas, los consabidos tópicos de que la caza extingue animales, que los furtivos son cazadores o que cualquier crimen se comete con un arma «de caza».
· Hacer leyes que faciliten la actividad cinegética, evitando controles burocráticos o administrativos innecesarios.
· Perseguir los delitos de odio contra los cazadores, especialmente los más jóvenes, en las RR.SS.
· Facilitar la obtención de permisos de armas para jóvenes sin trabas administrativas, simplificando además la cesión, almacenamiento o transmisión de la propiedad de las armas.
· Expedición fácil y gratuita de licencias de caza a mayores de 12 años y menores de 25 años y ofrecer una licencia única para toda España.
· Permitir a mayores de 12 años cazar acompañados de personas mayores de edad.
· Cesión de cotos de caza para jóvenes, para que ellos puedan gestionarlos y disfrutarlos. No debemos olvidar que la administración es la mayor terrateniente de nuestra nación y que los precios para habitantes de una ciudad pueden suponer una barrera de acceso.
· Facilitar a los jóvenes, especialmente a los de ciudades, el acceso a cotos sociales o cotos municipales en comarcas donde no residen.
· Permitir tirar al blanco o al plato dentro de los cotos de caza para que los jóvenes puedan aprender el manejo seguro de armas. (rifles y escopetas)
· Permitir cazar, entre otras cosas, conejos en espera con el calibre 22LR
· Apoyo económico a aquellas personas que quieran mantener sus casas o segundas residencias en sus pueblos de origen, sobre todo aquellas vinculadas a cotos locales.
· Fomentar el consumo y el autoconsumo de carne de caza y la venta de pequeñas cantidades.
· Incrementar las poblaciones de caza menor en nuestros campo, permitiendo de forma decidida y sin complejos el control de predadores (zorros, meloncillos…) para restablecer el equilibrio entre predadores y presas.
Muchas de estas medidas son sencillas y solamente requieren voluntad política. Es evidente, que estos cambios no producirán resultados espectaculares, pero cualquier camino se inicia dando el primer paso.
Finalmente, quiero subrayar que nadie se lleva a engaño y piense que el campo se regula solo, sin la intervención del hombre y que, sin cazadores, la naturaleza va a florecer y el campo convertirse en una especie de Arcadia. Todas esas labores que hacemos son imprescindibles, y, para muestra, la situación en la que se encuentran los parques nacionales desde que no se caza. Si estas tareas no las realizamos nosotros por afición, debería ejecutarlas la administración, gastando cantidades ingentes de dinero público, aunque para ello use los eufemismos que quiera - control, extracción, sacrificio o supresión.
- José Luis López-Schummer es presidente de la Fundación Artemisan